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miércoles, 20 de febrero de 2013

40d oor la Vida 2013_I 09


Cuarenta días por la Vida
13 de Febrero al 24 de Marzo 2013
Día 09 – 21/2/2013


Perú_Nancy Freundt - freundt_nancy@yahoo.es


“Los esposos cristianos son para sí mismos, para sus hijos y demás familiares, cooperadores de la gracia y testigos de la fe. Son para sus hijos los primeros predicadores y educadores de la fe; los forman con su palabra y ejemplo para la vida cristiana y apostólica, les ayudan prudentemente a elegir su vocación y fomentan con todo esmero la vocación sagrada cuando la descubren en los hijos”.

CONC. VAT. II, Decr. Apostalicam actuositatam, 11

Reflexión

Jesús dijo: "El que recibe a un niño como éste, a mi me recibe.

Oración del día

Oremos por los que con engaños apoyan la cultura de la muerte, para que el dolor que Cristo vivió por nosotros durante su pasión, permita que se les caiga el velo a quienes viven engañados y, en adelante, apoyen la cultura de la vida con plena convicción.

Motivación del día

Empezamos el año 2013 con muchas ganas de trabajar por una cultura de vida, pero tristemente siendo testigos de un avance constante –impenitente- de una cultura de muerte que parece no querer dar tregua en su afán por destruir la vida y socavar los mismísimos cimientos de toda sociedad civilizada: la familia.

Los ejemplos sobran, pero mencionemos solo unos: El 7 de enero nos llegó la noticia de la destrucción de un millón setecientos mil embriones humanos que habían sido creados mediante técnicas de fertilización in vitro en Gran Bretaña.  El 31 nos enteramos de la impunidad conseguida a nivel judicial por un magnate del aborto en España, un vil carnicero que trituraba los cuerpecitos sin vida de sus pequeñas víctimas. Comienza febrero y se reciben dos golpes contundentes a la familia en el Reino Unido y en Francia: se aprueba el “matrimonio” entre homosexuales.  Solo unos días atrás París había sido testigo de una impresionante marcha en contra de este proyecto: un millón trescientas mil personas salieron a las calles.  

¿Qué sucedió? ¿En qué estamos fallando?

Son muchas las explicaciones que pueden ensayarse.  No se hicieron los “lobbies” debidos en los parlamentos o los jueces han usurpado las funciones legislativas, irrespetando las leyes vigentes en los países en lugar de interpretarlas correctamente y hacerlas respetar.  Cualquiera sea el o los motivos, lo cierto es que el motor que mueve esta cultura de la muerte en todo el mundo está alimentado por los más poderosos intereses ideológicos, económicos y políticos al servicio de un nuevo orden mundial liberal y anticristiano.  La magnitud de este flagelo para la humanidad es de tal dimensión que resulta ingenuo creer que podremos pararlo con nuestros solos recursos humanos, por muy astutas que consideremos nuestras estrategias.

Sin embargo, la historia de la cristiandad está inmersa en toda una serie de triunfos espectaculares de hombres o mujeres, de ejércitos diminutos en comparación con el tamaño y capacidad de los ejércitos enemigos.  Cómo pudieron salir vencedores en batallas tan desiguales es un hecho que nos conviene sobremanera analizar.

Podemos remontarnos al antiguo testamento y ver ejemplos como los de David frente a Goliat o el de Judit frente a Holofernes, que son la mejor prueba de cómo el Señor se sirve de la debilidad para triunfar sobre la fuerza cuando con total humildad y fidelidad se invoca su ayuda poniendo toda la confianza en El.

Pero vayamos a la era cristiana y veamos dos ejemplos conocidos.  A comienzos del siglo cuarto, los cristianos eran perseguidos y martirizados sin piedad. La tradición nos narra que Constantino, hijo de santa Elena y emperador de Roma, la noche antes de enfrentarse al poderoso ejército dirigido por Majencio tuvo una visión de una cruz luminosa en el cielo y escuchó una voz que le decía:  “con este signo vencerás”.  Constantino marchó a la batalla con el signo de la cruz en su estandarte y los soldados con la cruz pintada en sus escudos.  El triunfo fue contundente.  Constantino se convirtió al cristianismo y promulgó al año siguiente, el 313, el Edicto de Milán, mediante el cual se finalizaba la  persecución contra los cristianos y se devolvían todas las propiedades confiscadas.

Famosa también es la batalla de Lepanto en el año 1571, cuando se enfrentan las flotas cristianas contra la flota turca, inmensamente superior en tamaño y decidida a destruir para siempre al cristianismo. La situación era desesperada pues los musulmanes ya habían arrasado con muchas regiones, incluyendo el medio oriente y el norte de África.  El Papa San Pío V mandó ayunar y rezar el santo rosario a toda la cristiandad, pidiendo la intercesión de la Virgen. Lo hicieron también los combatientes antes de entrar en batalla, llevando los símbolos cristianos en velas y uniformes.  La victoria de la liga cristiana fue impresionante, por lo que el Papa, además de la fiesta en honor de Nuestra Señora, le dio el título de “Auxilio de los Cristianos”.

Entonces, ¿qué nos enseña la historia a los católicos?  La respuesta nos la da el salmo 127, compuesto por aquél a quien Dios le dio la sabiduría más grande que haya existido o existirá jamás, el rey Salomón:

“Si el Señor no edifica la casa,
en vano trabajan los albañiles.

si el Señor no custodia la ciudad
en vano vigila el centinela.”

Cuán importante es, por lo tanto, convencernos que sin el estandarte de Dios, sin nuestros símbolos cristianos, sin poner antes que nada nuestra Fe por delante, sin confiar plenamente en el infinito poder de Dios, no lograremos vencer en ninguna batalla.

Entonces, qué triste error, qué pensamiento suicida aquel de creer que lograremos el éxito escondiendo nuestra identidad católica, prefiriendo recurrir a medios mundanos, al lobby político, en algunos lugares hasta a una farándula poco o nada espiritual, que alzar el estandarte de la Fe -pública y privadamente- y encomendarnos al poder de Dios, al Dios de los Ejércitos, a Aquél para quien no existe enemigo que pueda resistirse, Aquél que puede mover montañas con el solo soplo de su aliento, para que nos dé la victoria sobre el mal.

Estamos en el Año de la Fe.  Qué mejor que poner esa fe en práctica, creyendo firmemente que con Dios todo lo podemos y sin El nada es posible, que el poder del enemigo con el que nos enfrentamos podrá ser gigantesco para nosotros, pero insignificante para El. Si no tenemos esta certeza, si a tal grado hemos perdido la fe en el infinito poder de Dios, no podemos seguir llamándonos fieles católicos.

Desterremos pues para siempre este pensamiento suicida que ha contaminado no solo a laicos, sino aún a miembros del clero que se han dejado influir por una cultura secularizada, que ya no confían en la vida sobrenatural de la Iglesia, en el poder de la oración y del sacrificio, de la consagración de nuestros esfuerzos a Dios y a Nuestra Madre -quien es la omnipotencia suplicante-  prefiriendo recurrir a medios mundanos, desprovistos de toda identidad religiosa, o peor aún, hasta usando algunos medios reñidos con la moral católica.

Al contrario, cuánto le agradará a Dios ver la sencillez y la humildad de quien sin vergüenza alguna, sin temor a ser calificado de “fanático” o  de “fundamentalista”,  le confiesa ante todos, en especial ante los enemigos, confiando no en sus propios medios sino en su auxilio y en el de María, Auxiliadora de los Cristianos.

Pongamos nuestro mejor esfuerzo, usemos nuestras mejores estrategias, pero nunca, jamás, usemos aquella de esconder nuestra identidad católica y los símbolos de nuestra fe como si fueran una vergüenza, porque esto es una ofensa a Dios y una herida infligida en los corazones de Jesús y de María. Recordemos las palabras de San Pío X: "No es leal ni digno ocultar, cubriéndola con una bandera equívoca, la calidad de católico, como si ésta fuese mercadería averiada y de contrabando". No vaya a ser que, como en Francia, saquemos un millón de personas a la calle, tengamos un sinnúmero de personajes expresándose a nuestro favor, y al final, de nada haya servido…porque, lo queramos o no admitir, Dios le da el triunfo a quien El quiere; y ese será quien lo haya honrado y confesado, no quien lo haya escondido.

No nos engañemos, queridos hermanos, el mundo entero se encuentra bajo el gobierno supremo del Señor. El ejerce su Señorío en el universo entero y en la historia.  No recurramos a tácticas suicidas.  Recordemos siempre que tenemos de nuestro lado al Dios de los Ejércitos.  No queramos esconderlo y no olvidemos nunca estas palabras:   “CON ESTE SIGNO VENCERÁS”.
                               
Salmo 45
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar.
Que hiervan y bramen sus olas,
que sacudan a los montes con su furia:
El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora.
Los pueblos se amotinan, los reyes se rebelan;
pero él lanza su trueno, y se tambalea la tierra.
El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra:
Pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe,
rompe los arcos, quiebra las lanzas,
prende fuego a los escudos.
«Rendíos, reconoced que yo soy Dios:
más alto que los pueblos, más alto que la tierra».
El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.


ORACIÓN ECUMÉNICA

OH Señor, a Ti confiamos la causa de la vida:
mira, Padre el número inmenso de niños
a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de tu Nombre.
Amén

ORACIÓN POR LA VIDA

Oh María, aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a Ti confiamos la causa de la vida:
mira Madre el número inmenso de niños
a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar
con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios Creador
y amante de la vida.
Amén

Juan Pablo II

Encíclica: Evangelium Vitae sobre el Valor y el Carácter Inviolable de la Vida Humana

Enlaces de interés:

Oraciones en otros idiomas (inglés, italiano, finlandés)

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