Cuarenta días por la Vida
13 de Febrero al 24 de Marzo 2013
Día 09 – 21/2/2013
“Los esposos cristianos son para
sí mismos, para sus hijos y demás familiares, cooperadores de la gracia y
testigos de la fe. Son para sus hijos los primeros predicadores y educadores de
la fe; los forman con su palabra y ejemplo para la vida cristiana y apostólica,
les ayudan prudentemente a elegir su vocación y fomentan con todo esmero la
vocación sagrada cuando la descubren en los hijos”.
CONC. VAT. II, Decr. Apostalicam actuositatam, 11
Reflexión
Jesús dijo: "El que recibe a
un niño como éste, a mi me recibe.
Oración del día
Oremos por los que con engaños
apoyan la cultura de la muerte, para que el dolor que Cristo vivió por nosotros
durante su pasión, permita que se les caiga el velo a quienes viven engañados
y, en adelante, apoyen la cultura de la vida con plena convicción.
Motivación del día
Empezamos el año 2013 con muchas
ganas de trabajar por una cultura de vida, pero tristemente siendo testigos de
un avance constante –impenitente- de una cultura de muerte que parece no querer
dar tregua en su afán por destruir la vida y socavar los mismísimos cimientos
de toda sociedad civilizada: la familia.
Los ejemplos sobran, pero
mencionemos solo unos: El 7 de enero nos llegó la noticia de la destrucción de
un millón setecientos mil embriones humanos que habían sido creados mediante
técnicas de fertilización in vitro en Gran Bretaña. El 31 nos enteramos de la impunidad conseguida
a nivel judicial por un magnate del aborto en España, un vil carnicero que
trituraba los cuerpecitos sin vida de sus pequeñas víctimas. Comienza febrero y
se reciben dos golpes contundentes a la familia en el Reino Unido y en Francia:
se aprueba el “matrimonio” entre homosexuales.
Solo unos días atrás París había sido testigo de una impresionante
marcha en contra de este proyecto: un millón trescientas mil personas salieron
a las calles.
¿Qué sucedió? ¿En qué estamos fallando?
Son muchas las explicaciones que
pueden ensayarse. No se hicieron los
“lobbies” debidos en los parlamentos o los jueces han usurpado las funciones
legislativas, irrespetando las leyes vigentes en los países en lugar de interpretarlas
correctamente y hacerlas respetar.
Cualquiera sea el o los motivos, lo cierto es que el motor que mueve
esta cultura de la muerte en todo el mundo está alimentado por los más
poderosos intereses ideológicos, económicos y políticos al servicio de un nuevo
orden mundial liberal y anticristiano.
La magnitud de este flagelo para la humanidad es de tal dimensión que
resulta ingenuo creer que podremos pararlo con nuestros solos recursos humanos,
por muy astutas que consideremos nuestras estrategias.
Sin embargo, la historia de la cristiandad
está inmersa en toda una serie de triunfos espectaculares de hombres o mujeres,
de ejércitos diminutos en comparación con el tamaño y capacidad de los
ejércitos enemigos. Cómo pudieron salir
vencedores en batallas tan desiguales es un hecho que nos conviene sobremanera
analizar.
Podemos remontarnos al antiguo testamento y
ver ejemplos como los de David frente a Goliat o el de Judit frente a
Holofernes, que son la mejor prueba de cómo el Señor se sirve de la debilidad
para triunfar sobre la fuerza cuando con total humildad y fidelidad se invoca
su ayuda poniendo toda la confianza en El.
Pero vayamos a la era cristiana y veamos dos
ejemplos conocidos. A comienzos del
siglo cuarto, los cristianos eran perseguidos y martirizados sin piedad. La
tradición nos narra que Constantino, hijo de santa Elena y emperador de Roma,
la noche antes de enfrentarse al poderoso ejército dirigido por Majencio tuvo
una visión de una cruz luminosa en el cielo y escuchó una voz que le decía: “con este signo vencerás”. Constantino
marchó a la batalla con el signo de la cruz en su estandarte y los soldados con
la cruz pintada en sus escudos. El
triunfo fue contundente. Constantino se
convirtió al cristianismo y promulgó al año siguiente, el 313, el Edicto de
Milán, mediante el cual se finalizaba la
persecución contra los cristianos y se devolvían todas las propiedades
confiscadas.
Famosa también es la batalla de Lepanto en
el año 1571, cuando se enfrentan las flotas cristianas contra la flota turca,
inmensamente superior en tamaño y decidida a destruir para siempre al
cristianismo. La situación era desesperada pues los musulmanes ya habían
arrasado con muchas regiones, incluyendo el medio oriente y el norte de
África. El Papa San Pío V mandó ayunar y
rezar el santo rosario a toda la cristiandad, pidiendo la intercesión de la
Virgen. Lo hicieron también los combatientes antes de entrar en batalla,
llevando los símbolos cristianos en velas y uniformes. La victoria de la liga cristiana fue
impresionante, por lo que el Papa, además de la fiesta en honor de Nuestra
Señora, le dio el título de “Auxilio de los Cristianos”.
Entonces, ¿qué nos enseña la historia a los
católicos? La respuesta nos la da el
salmo 127, compuesto por aquél a quien Dios le dio la sabiduría más grande que
haya existido o existirá jamás, el rey Salomón:
“Si el Señor no edifica la casa,
en vano trabajan los albañiles.
si el Señor no custodia la ciudad
en vano vigila el centinela.”
Cuán importante es, por lo
tanto, convencernos que sin el estandarte de Dios, sin nuestros símbolos
cristianos, sin poner antes que nada nuestra Fe por delante, sin confiar
plenamente en el infinito poder de Dios, no lograremos vencer en ninguna
batalla.
Entonces, qué triste error, qué
pensamiento suicida aquel de creer que lograremos el éxito escondiendo nuestra
identidad católica, prefiriendo recurrir a medios mundanos, al lobby político, en algunos
lugares hasta a una farándula poco o nada espiritual,
que alzar el estandarte de la Fe -pública y privadamente- y encomendarnos al
poder de Dios, al Dios de los Ejércitos, a Aquél para quien no existe enemigo
que pueda resistirse, Aquél que puede mover montañas con el solo soplo de su
aliento, para que nos dé la victoria sobre el mal.
Estamos en el Año de la Fe. Qué mejor que poner esa fe en práctica,
creyendo firmemente que con Dios todo lo podemos y sin El nada es posible, que
el poder del enemigo con el que nos enfrentamos podrá ser gigantesco para
nosotros, pero insignificante para El. Si no tenemos esta certeza, si a tal
grado hemos perdido la fe en el infinito poder de Dios, no podemos seguir
llamándonos fieles católicos.
Desterremos pues para siempre
este pensamiento suicida que ha contaminado no solo a laicos, sino aún a
miembros del clero que se han dejado influir por una cultura secularizada, que ya no confían en la vida
sobrenatural de la Iglesia, en el poder de la oración y del sacrificio, de la
consagración de nuestros esfuerzos a Dios y a Nuestra Madre -quien es la
omnipotencia suplicante- prefiriendo
recurrir a medios mundanos, desprovistos de toda identidad religiosa, o peor
aún, hasta usando algunos medios reñidos con la moral católica.
Al contrario, cuánto le agradará
a Dios ver la sencillez y la humildad de quien sin vergüenza alguna, sin temor
a ser calificado de “fanático” o de
“fundamentalista”, le confiesa ante
todos, en especial ante los enemigos, confiando no en sus propios medios sino
en su auxilio y en el de María, Auxiliadora de los Cristianos.
Pongamos nuestro mejor esfuerzo, usemos
nuestras mejores estrategias, pero nunca, jamás, usemos aquella de esconder
nuestra identidad católica y los símbolos de nuestra fe como si fueran una
vergüenza, porque esto es una ofensa a Dios y una herida infligida en los
corazones de Jesús y de María. Recordemos las palabras de San Pío X: "No
es leal ni digno ocultar, cubriéndola con una bandera equívoca, la calidad de
católico, como si ésta fuese mercadería averiada y de contrabando". No
vaya a ser que, como en Francia, saquemos un millón de personas a la calle,
tengamos un sinnúmero de personajes expresándose a nuestro favor, y al final,
de nada haya servido…porque, lo queramos o no admitir, Dios le da el triunfo a
quien El quiere; y ese será quien lo haya honrado y confesado, no quien lo haya
escondido.
No nos engañemos, queridos hermanos, el
mundo entero se encuentra bajo el gobierno supremo del Señor. El ejerce su Señorío
en el universo entero y en la historia.
No recurramos a tácticas suicidas.
Recordemos siempre que tenemos de nuestro lado al Dios de los Ejércitos. No queramos esconderlo y no olvidemos nunca
estas palabras: “CON ESTE SIGNO VENCERÁS”.
Salmo 45
Dios es nuestro refugio y
nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque
tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar.
y los montes se desplomen en el mar.
Que hiervan y bramen sus
olas,
que sacudan a los montes con su furia:
que sacudan a los montes con su furia:
El Señor de los ejércitos
está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
El correr de las acequias
alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no
vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora.
Dios la socorre al despuntar la aurora.
Los pueblos se amotinan, los
reyes se rebelan;
pero él lanza su trueno, y se tambalea la tierra.
pero él lanza su trueno, y se tambalea la tierra.
El Señor de los ejércitos
está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del
Señor,
las maravillas que hace en la tierra:
las maravillas que hace en la tierra:
Pone fin a la guerra hasta
el extremo del orbe,
rompe los arcos, quiebra las lanzas,
prende fuego a los escudos.
rompe los arcos, quiebra las lanzas,
prende fuego a los escudos.
«Rendíos, reconoced que yo
soy Dios:
más alto que los pueblos, más alto que la tierra».
más alto que los pueblos, más alto que la tierra».
El Señor de los ejércitos
está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
ORACIÓN ECUMÉNICA
OH
Señor, a Ti confiamos la causa de la vida:
mira,
Padre el número inmenso de niños
a
quienes se impide nacer,
de
pobres a quienes se hace difícil vivir,
de
hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,
de
ancianos y enfermos muertos
a
causa de la indiferencia o de una presunta piedad.
Haz
que quienes creen en tu hijo sepan anunciar con firmeza y amor
a
los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida.
Alcánzales
la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la
alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la
valentía de testimoniarlo con solícita constancia,
para
construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,
la
civilización de la verdad y del amor,
para
alabanza y gloria de tu Nombre.
Amén
ORACIÓN POR LA
VIDA
Oh María, aurora
del mundo nuevo,
Madre de los
vivientes,
a Ti confiamos
la causa de la vida:
mira Madre el
número inmenso de niños
a quienes se
impide nacer,
de pobres a
quienes se hace difícil vivir,
de hombres y
mujeres víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y
enfermos muertos
a causa de la
indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes
creen en tu hijo sepan anunciar
con firmeza y
amor a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de
la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de
celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de
testimoniarlo con solícita constancia,
para construir,
junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización
de la verdad y del amor,
para alabanza y
gloria de Dios Creador
y amante de la
vida.
Amén
Juan Pablo II
Encíclica:
Evangelium Vitae sobre el Valor y el Carácter Inviolable de la Vida Humana
Enlaces de interés:
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