" La
obediencia a Dios en la castidad es lo que libera nuestro ser para amar ¡con
plenitud!"
MARLENE GILLETE IBERN
“Os
habéis acercado a la sangre de la aspersión » (cf. Hb 12, 22.24): signos de esperanza y llamada al compromiso”.
25. « Se oye la sangre de tu
hermano clamar a mí desde el suelo » (Gn 4, 10). No es sólo la
sangre de Abel, el primer inocente asesinado, que clama a Dios, fuente y
defensor de la vida. También la sangre de todo hombre asesinado después de Abel
es un clamor que se eleva al Señor. De una forma absolutamente única, clama a
Dios la sangre de Cristo, de quien Abel en su inocencia es
figura profética, como nos recuerda el autor de la Carta a los Hebreos: «
Vosotros, en cambio, os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad del Dios
vivo... al mediador de una Nueva Alianza, y a la aspersión purificadora de una
sangre que habla mejor que la de Abel » (12, 22.24).
Es la sangre de la
aspersión. De ella había sido símbolo y signo anticipador la sangre de
los sacrificios de la Antigua Alianza, con los que Dios manifestaba la voluntad
de comunicar su vida a los hombres, purificándolos y consagrándolos (cf. Ex 24,
8; Lv 17, 11). Ahora, todo esto se cumple y verifica en
Cristo: la suya es la sangre de la aspersión que redime, purifica y salva; es
la sangre del mediador de la Nueva Alianza « derramada por muchos para perdón
de los pecados » (Mt 26, 28). Esta sangre, que brota del costado
abierto de Cristo en la cruz (cf. Jn 19, 34), « habla mejor
que la de Abel »; en efecto, expresa y exige una « justicia » más profunda,
pero sobre todo implora misericordia, 19 se
hace ante el Padre intercesora por los hermanos (cf. Hb 7,
25), es fuente de redención perfecta y don de vida nueva.
La sangre de Cristo, mientras revela
la grandeza del amor del Padre, manifiesta qué precioso es el hombre a los ojos
de Dios y qué inestimable es el valor de su vida. Nos lo recuerda el
apóstol Pedro: « Sabéis que habéis sido rescatados de la conducta necia
heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una
sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo » (1
Pe 1, 18-19). Precisamente contemplando la sangre preciosa de Cristo,
signo de su entrega de amor (cf. Jn 13, 1), el creyente aprende
a reconocer y apreciar la dignidad casi divina de todo hombre y puede exclamar
con nuevo y grato estupor: « ¡Qué valor debe tener el hombre a los ojos del
Creador, si ha "merecido tener tan gran Redentor" (Himno Exsultet de
la Vigilia pascual), si "Dios ha dado a su Hijo", a fin de que él, el
hombre, "no muera sino que tenga la vida eterna" (cf. Jn 3,
16)! ».20
Además, la sangre de Cristo
manifiesta al hombre que su grandeza, y por tanto su vocación, consiste en
el don sincero de sí mismo. Precisamente porque se derrama
como don de vida, la sangre de Cristo ya no es signo de muerte, de separación
definitiva de los hermanos, sino instrumento de una comunión que es riqueza de
vida para todos. Quien bebe esta sangre en el sacramento de la Eucaristía y
permanece en Jesús (cf. Jn 6, 56) queda comprometido en su
mismo dinamismo de amor y de entrega de la vida, para llevar a plenitud la
vocación originaria al amor, propia de todo hombre (cf. Jn 1,
27; 2, 18-24).
Es en la
sangre de Cristo donde todos los hombres encuentran la fuerza para
comprometerse en favor de la vida. Esta sangre es justamente el
motivo más grande de esperanza, más aún, es el fundamento de la absoluta
certeza de que según el designio divino la vida vencerá. « No habrá ya
muerte », exclama la voz potente que sale del trono de Dios en la Jerusalén
celestial (Ap 21, 4). Y san Pablo nos asegura que la victoria actual
sobre el pecado es signo y anticipo de la victoria definitiva sobre la muerte,
cuando « se cumplirá la palabra que está escrita: "La muerte ha sido
devorada en la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh
muerte, tu aguijón?" » (1 Cor 15, 54-55).
Intención/motivación
del día
Somos testigos de que existe un complot
mundial y sistemático para destruir a la familia. Muchas influencias negativas amenazan la
integridad de la familia: la mentalidad anticonceptiva, el divorcio, la
promiscuidad, las uniones entre personas del mismo sexo, el aborto, el
materialismo, la nueva era, el ateísmo …. Y tristemente, la lista continúa ….
El Cardenal Karol Wojtyla, en el Congreso
Eucarístico de Filadelfia, Pennsylvania, en 1977(dos años antes de ascender al
Papado como Juan Pablo II) dijo unas palabras que hoy resultan mucho más
evidentes: “Estamos ahora ante la confrontación histórica más grande que la
humanidad jamás haya pasado. Estamos ante la contienda final entre la Iglesia y
la anti-iglesia, el Evangelio y el anti-evangelio. Esta confrontación descansa
dentro de los planes de la Divina Providencia y es un reto que la Iglesia
entera tiene que aceptar”.
San Juan Pablo II dijo que la conspiración
para destruir la vida familiar es una amenaza para la existencia de la
Iglesia. El nos alertó al hablar de la
pérdida del sentido de pecado y de la cultura de la muerte.
El Papa Emérito Benedicto XVI también nos
alertó sobre estos temas: “Se va constituyendo una dictadura del relativismo
que no reconoce nada como definitivo y que deja sólo como medida última al
propio yo y sus apetencias".
La verdadera causa de esta cultura de la
muerte son los principados de las tinieblas, por tanto si el problema es
espiritual la solución también debe ser espiritual.
La Santísima Virgen nos dio las armas de gran
poder espiritual para ganar esta batalla.
Nuestra Señora de Fátima nos dijo que rezáramos e hiciéramos reparación
por la conversión del mundo. Que
consagráramos nuestras familias a su Corazón Inmaculado y practicáramos la Comunión
de Reparación los primeros sábados de cada mes Jesús también pidió a Santa
Margarita María de Alacoque que hiciéramos reparación los nueve primeros
viernes a su Sagrado Corazón que es ultrajado con tanto pecado.
La Santidad en la vida familiar puede ser
restaurada si volvemos a los elementos básicos de nuestra fe : rezo del Santo
Rosario, confesión frecuente, Recibir a Jesús en la Sagrada Eucaristía y Horas
Santas de Adoración, incitando a las familias a rezar unidas .
La familia tradicional según el plan de Dios
está en peligro de extinción pero no debemos desanimarnos pues Dios está con
nosotros y aunque parezca que no hay solución confiamos en la promesa de
nuestra Santísima Madre la Virgen María :
¡Al final mi Corazón Inmaculado Triunfará!
En esta época de cuaresma ofrezcamos nuestras
oraciones, ayunos, penitencias,
etc. Por la conversión del mundo entero,
de manera especial por los que promueven la cultura de la muerte y los legislan
a favor de ella.
Que El Señor nos conceda la gracia de ser
instrumentos para que triunfe la verdad y la vida.
Dios nos bendiga y nos alcance abundantes frutos espirituales en
todas nuestras iniciativas pro vida.
ORACIÓN
POR LA VIDA
Oh María, aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a Ti confiamos la causa de la vida:
mira Madre el número inmenso de niños
a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil
vivir,
de hombres y mujeres víctimas de
violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia o de una
presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo
sepan anunciar
con firmeza y amor a los hombres de
nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como
don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud
durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con
solícita constancia,
para construir, junto con todos los
hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del
amor,
para alabanza y gloria de Dios
Creador
y amante de la vida.
Amén
Juan Pablo II
Encíclica: Evangelium Vitae sobre el
Valor y el Carácter Inviolable de la Vida Humana
ORACIÓN
ECUMÉNICA
OH Señor, a Ti confiamos la causa de
la vida:
mira, Padre el número inmenso de
niños
a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil
vivir,
de hombres y mujeres víctimas de
violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia o de una
presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo sepan
anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo el
Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como
don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud
durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con
solícita constancia,
para construir, junto con todos los
hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del
amor,
para alabanza y gloria de tu Nombre.
Amén
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