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sábado, 7 de marzo de 2015

40 Días por la Vida - 8/3/2015


" La obediencia a Dios en la castidad es lo que libera nuestro ser para amar ¡con plenitud!"

MARLENE GILLETE IBERN

   
El Salvador_Sohad Margarita Alabí Méndez - sohad-alabi@hotmail.com      


Lectura para meditar (tomado del Evangelium Vitae)
“Os habéis acercado a la sangre de la aspersión » (cf. Hb 12, 22.24):  signos de esperanza y llamada al compromiso”.
25. « Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo » (Gn 4, 10). No es sólo la sangre de Abel, el primer inocente asesinado, que clama a Dios, fuente y defensor de la vida. También la sangre de todo hombre asesinado después de Abel es un clamor que se eleva al Señor. De una forma absolutamente única, clama a Dios la sangre de Cristo, de quien Abel en su inocencia es figura profética, como nos recuerda el autor de la Carta a los Hebreos: « Vosotros, en cambio, os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad del Dios vivo... al mediador de una Nueva Alianza, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel » (12, 22.24).
Es la sangre de la aspersión. De ella había sido símbolo y signo anticipador la sangre de los sacrificios de la Antigua Alianza, con los que Dios manifestaba la voluntad de comunicar su vida a los hombres, purificándolos y consagrándolos (cf. Ex 24, 8; Lv 17, 11). Ahora, todo esto se cumple y verifica en Cristo: la suya es la sangre de la aspersión que redime, purifica y salva; es la sangre del mediador de la Nueva Alianza « derramada por muchos para perdón de los pecados » (Mt 26, 28). Esta sangre, que brota del costado abierto de Cristo en la cruz (cf. Jn 19, 34), « habla mejor que la de Abel »; en efecto, expresa y exige una « justicia » más profunda, pero sobre todo implora misericordia, 19 se hace ante el Padre intercesora por los hermanos (cf. Hb 7, 25), es fuente de redención perfecta y don de vida nueva.
La sangre de Cristo, mientras revela la grandeza del amor del Padre, manifiesta qué precioso es el hombre a los ojos de Dios y qué inestimable es el valor de su vida. Nos lo recuerda el apóstol Pedro: « Sabéis que habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo » (1 Pe 1, 18-19). Precisamente contemplando la sangre preciosa de Cristo, signo de su entrega de amor (cf. Jn 13, 1), el creyente aprende a reconocer y apreciar la dignidad casi divina de todo hombre y puede exclamar con nuevo y grato estupor: « ¡Qué valor debe tener el hombre a los ojos del Creador, si ha "merecido tener tan gran Redentor" (Himno Exsultet de la Vigilia pascual), si "Dios ha dado a su Hijo", a fin de que él, el hombre, "no muera sino que tenga la vida eterna" (cf. Jn 3, 16)! ».20
Además, la sangre de Cristo manifiesta al hombre que su grandeza, y por tanto su vocación, consiste en el don sincero de sí mismo. Precisamente porque se derrama como don de vida, la sangre de Cristo ya no es signo de muerte, de separación definitiva de los hermanos, sino instrumento de una comunión que es riqueza de vida para todos. Quien bebe esta sangre en el sacramento de la Eucaristía y permanece en Jesús (cf. Jn 6, 56) queda comprometido en su mismo dinamismo de amor y de entrega de la vida, para llevar a plenitud la vocación originaria al amor, propia de todo hombre (cf. Jn 1, 27; 2, 18-24).
Es en la sangre de Cristo donde todos los hombres encuentran la fuerza para comprometerse en favor de la vida. Esta sangre es justamente el motivo más grande de esperanza, más aún, es el fundamento de la absoluta certeza de que según el designio divino la vida vencerá. « No habrá ya muerte », exclama la voz potente que sale del trono de Dios en la Jerusalén celestial (Ap 21, 4). Y san Pablo nos asegura que la victoria actual sobre el pecado es signo y anticipo de la victoria definitiva sobre la muerte, cuando « se cumplirá la palabra que está escrita: "La muerte ha sido devorada en la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?" » (1 Cor 15, 54-55).


Intención/motivación del día

Somos testigos de que existe un complot mundial y sistemático para destruir a la familia.  Muchas influencias negativas amenazan la integridad de la familia: la mentalidad anticonceptiva, el divorcio, la promiscuidad, las uniones entre personas del mismo sexo, el aborto, el materialismo, la nueva era, el ateísmo …. Y tristemente, la lista continúa ….

El Cardenal Karol Wojtyla, en el Congreso Eucarístico de Filadelfia, Pennsylvania, en 1977(dos años antes de ascender al Papado como Juan Pablo II) dijo unas palabras que hoy resultan mucho más evidentes: “Estamos ahora ante la confrontación histórica más grande que la humanidad jamás haya pasado. Estamos ante la contienda final entre la Iglesia y la anti-iglesia, el Evangelio y el anti-evangelio. Esta confrontación descansa dentro de los planes de la Divina Providencia y es un reto que la Iglesia entera tiene que aceptar”.

San Juan Pablo II dijo que la conspiración para destruir la vida familiar es una amenaza para la existencia de la Iglesia.  El nos alertó al hablar de la pérdida del sentido de pecado y de la cultura de la muerte.

El Papa Emérito Benedicto XVI también nos alertó sobre estos temas: “Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja sólo como medida última al propio yo y sus apetencias".

La verdadera causa de esta cultura de la muerte son los principados de las tinieblas, por tanto si el problema es espiritual la solución también debe ser espiritual.
La Santísima Virgen nos dio las armas de gran poder espiritual para ganar esta batalla.  Nuestra Señora de Fátima nos dijo que rezáramos e hiciéramos reparación por la conversión del mundo.  Que consagráramos nuestras familias a su Corazón Inmaculado y practicáramos la Comunión de Reparación los primeros sábados de cada mes Jesús también pidió a Santa Margarita María de Alacoque que hiciéramos reparación los nueve primeros viernes a su Sagrado Corazón que es ultrajado con tanto pecado.

La Santidad en la vida familiar puede ser restaurada si volvemos a los elementos básicos de nuestra fe : rezo del Santo Rosario, confesión frecuente, Recibir a Jesús en la Sagrada Eucaristía y Horas Santas de Adoración, incitando a las familias a rezar unidas .

La familia tradicional según el plan de Dios está en peligro de extinción pero no debemos desanimarnos pues Dios está con nosotros y aunque parezca que no hay solución confiamos en la promesa de nuestra Santísima Madre la Virgen María :  ¡Al final mi Corazón Inmaculado Triunfará!

En esta época de cuaresma ofrezcamos nuestras oraciones, ayunos,  penitencias, etc.  Por la conversión del mundo entero, de manera especial por los que promueven la cultura de la muerte y los legislan a favor de ella.

Que El Señor nos conceda la gracia de ser instrumentos para que triunfe la verdad y la vida.

Dios nos bendiga y  nos alcance abundantes frutos espirituales en todas nuestras iniciativas pro vida.


ORACIÓN POR LA VIDA

Oh María, aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a Ti confiamos la causa de la vida:
mira Madre el número inmenso de niños
a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar
con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios Creador
y amante de la vida.
Amén

Juan Pablo II

Encíclica: Evangelium Vitae sobre el Valor y el Carácter Inviolable de la Vida Humana
ORACIÓN ECUMÉNICA

OH Señor, a Ti confiamos la causa de la vida:
mira, Padre el número inmenso de niños
a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de tu Nombre.
Amén



Enlaces de interés
Oraciones en otros idiomas (inglés, italiano, finlandés)

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