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jueves, 29 de enero de 2009

Día 13



Día 13
Miércoles, 25 de Febrero de 2009
“Estamos combatiendo el aborto a través de la adopción”
BEATA MADRE TERESA DE CALCUTA
Reflexión
Santa María es la Reina del Universo. Ella es la criatura más grande, segunda solo al mismo Dios. La Iglesia defiende la dignidad de la mujer.
Intención del día
Oremos para que la gente comprenda que ser pro vida significa ser pro mujer, y que ser pro mujer exige ser pro vida.
Motivación del día
Apreciados en Cristo, hermanos que nos acompañan en esta Jornada de Oración, Hoy miércoles de ceniza, quisiera compartirles una parte del mensaje del Cardenal Antonio Mª Rouco Varela, Arzobispo de Madrid, que nos presenta un nuevo itinerario cuaresmal para la familia cristiana (la versión completa la pueden encontrar aquí: http://www.revistaecclesia.com/index.php?option=com_content&task=view&id=8719&Itemid=273). Más abajo les entrego las palabras de Nuestro Santo Padre el Papa, respecto al tiempo de Cuaresma.
Gracias y bendiciones
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Un nuevo itinerario cuaresmal para la familia cristiana
La Cuaresma se nos presenta de nuevo el Miércoles de Ceniza como una reiterada oportunidad de la gracia ofrecida por la Iglesia en su preparación espiritual para la celebración fructuosa de la Pascua del Señor. Con razón se la ha considerado siempre como un itinerario del alma ¡del “hombre nuevo”, renacido en las aguas del Bautismo! en medio del permanente peregrinar de nuestra existencia en la tierra, en ruta hacia la meta final: la Casa del Padre que está en los Cielos. El Miércoles de Ceniza nos recuerda siempre con el vivo realismo de su liturgia cuál es nuestro punto de partida al iniciar los pasos de nuestra historia personal, entretejida en la historia general de la humanidad y, sobre todo, en la historia de la salvación que la envuelve y penetra desde el principio. Hemos salido del “polvo” y “al polvo volveremos”. No es, sin embargo, el polvo de la muerte y del sepulcro la última realidad del hombre, porque en el Evangelio se nos ofrece su superación y una victoria gloriosa. Superación de nuestra fragilidad espiritual y corporal. Victoria sobre el poder del pecado y sobre la muerte. Sí, venimos del “polvo”, pero nuestro destino final por la misericordia de Dios es la gloria de la vida resucitada en Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Ese destino era el proyectado y querido por ese Dios “que es amor” para el hombre “creado a su imagen y semejanza” antes de que pecase; y continúa siéndolo después y a pesar de nuestro pecado y de su secuela inevitable, la muerte, por ese desbordamiento de la divina misericordia que se nos ha manifestado y dado por y en el Misterio de la Encarnación y de la Pascua del Hijo Divino, en virtud de la humillación de ese Hijo eterno e inefablemente amado por el Padre en el Espíritu, ¡el Espíritu Santo!, la Persona-amor en el Misterio de la Santísima Trinidad. Sólo una condición es imprescindible para alcanzar ese destino glorioso: la conversión, el Sí a ese Evangelio del Corazón Misericordioso del Salvador. “Convertíos y creed el Evangelio” es una de las fórmulas bien significativas con las que el sacerdote acompaña la imposición de la ceniza en la celebración eucarística del Miércoles Santo. Sí, esta es la respuesta de la vida en fe, esperanza y caridad –¡en amor de Cristo!– que toda Cuaresma llama a recuperar, si estaba olvidada o preterida, y, siempre, a renovar y actualizar desde aquella auténtica y limpia verdad del día de nuestro Bautismo. Una respuesta de mente, de corazón y de conducta en correspondencia fiel a esa misericordia infinita que se nos ofrece actual y fresca por la Iglesia en los sacramentos de la penitencia y de la Eucaristía a lo largo de todo el itinerario cuaresmal que nos conduce espiritualmente hacia la Pascua. Una respuesta que se hace concreta y exigente singularmente a través de la práctica asidua de la oración, del ayuno y de la limosna. El ayuno cuaresmal vuelve a ser en este año de 2009 más urgente que nunca. El ayuno cristiano. El ayuno del que decía San Pedro Crisólogo, según la cita del Papa Benedicto XVI, que es el alma de la oración y que vive de y en la misericordia. Oración, ayuno y misericordia forman un todo espiritualmente inseparable. ¡Vivamos así nuestra Cuaresma del 2009! ¡Vivámosla en el seno de nuestras familias! Que la experiencia de esta trilogía cuaresmal adquiera en ellas un nuevo vigor con el acento ascético puesto en el ayuno que se prodiga en generosas obras de amor al prójimo dentro y fuera del hogar familiar. De este modo se hace posible vivir de verdad y en verdad el ser y la vocación de la familia cristiana en Cuaresma. Así, a través de la práctica cuaresmal, se hace posible cumplir nuestro objetivo pastoral: “Vive la familia. Con Cristo es posible”.
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Papa Benedicto XVI
Audiencia general del 06/02/08

«En el nombre de Cristo os lo pedimos: dejaos reconciliar con Dios» (2 C 5,20)
En los orígenes, en la Iglesia primitiva la cuaresma era el tiempo privilegiado para la preparación de los catecúmenos a los sacramentos del bautismo y de la eucaristía que se iban a celebrar en el curso de la vigilia pascual. La cuaresma era el tiempo de volverse cristiano, el cual no se realiza en un único momento sino que exige un largo recorrido de conversión y renovación. Los que ya estaban bautizados se unían a esta preparación desvelando en ellos el recuerdo del sacramento ya recibido y disponiéndose para una renovada comunión con Cristo en la gozosa celebración de la Pascua. Así la cuaresma tenía, y conserva hasta hoy, un carácter bautismal, en el sentido que ayuda a mantener despierta la conciencia de que ser cristiano se realiza siempre como un nuevo despertar: ser cristiano no es nunca un hecho ya terminado que se encontraría detrás nuestro, sino un camino que exige siempre un nuevo ponerse en acto.
El celebrante, al imponernos la ceniza en la frente, nos dice «acuérdate de que eres polvo y en polvo te convertirás» (Gen 3,19), o bien, repitiendo la exhortación de Jesús, «convertíos y creed en el Evangelio» (Mt 1,15). Las dos fórmulas constituyen una misma llamada a la verdad de la existencia humana: somos criaturas limitadas, pecadores en necesidad constante de penitencia y de conversión. ¡Cuán importante es hoy escuchar y acoger esta llamada! El hombre contemporáneo, al proclamar su completa autonomía frente a Dios, se hace esclavo de sí mismo y a menudo se encuentra en una desolada soledad. La invitación a la conversión, es entonces, una invitación a regresar a los brazos de Dios, Padre lleno de ternura y misericordia, a poner en él nuestra confianza como hijos adoptivos regenerados por su amor... «Convertirse» pues, quiere decir dejarse conquistar por Jesús (Flp 3,12) y, con él, «volver» al Padre. La conversión implica así el ponerse humildemente a la escuela de Jesús, y caminar dócilmente tras sus huellas.

ORACIÓN ECUMÉNICA
OH Señor,a Ti confiamos la causa de la vida: mira, Padre el número inmenso de niños a quienes se impide nacer,de pobres a quienes se hace difícil vivir, de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,de ancianos y enfermos muertosa causa de la indiferencia o de una presunta piedad.Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar con firmeza y amora los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida.Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia, para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad, la civilización de la verdad y del amor, para alabanza y gloria de tu Nombre. Amén
ORACIÓN POR LA VIDA
OH María,aurora del mundo nuevo,Madre de los vivientes, a Ti confiamos la causa de la vida:mira Madre el número inmenso de niños a quienes se impide nacer,de pobres a quienes se hace difícil vivir, de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,de ancianos y enfermos muertos a causa de la indiferencia o de una presunta piedad.Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida.Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo, la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia, para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad, la civilización de la verdad y del amor, para alabanza y gloria de Dios Creador y amante de la vida. Amén
Juan Pablo II

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