"El aborto no es una
cuestión meramente de creencias sino que se trata de un derramamiento de
sangre; no es simplemente sobre puntos de vista sino sobre víctimas."
PADRE FRANK PAVONE
« He de esconderme
de tu presencia » (Gn 4,
14): eclipse del sentido de Dios y del hombre
21. En la búsqueda de las raíces
más profundas de la lucha entre la « cultura de la vida » y la « cultura de la
muerte », no basta detenerse en la idea perversa de libertad anteriormente
señalada. Es necesario llegar al centro del drama vivido por el hombre
contemporáneo: el eclipse del sentido de Dios y del hombre, característico
del contexto social y cultural dominado por el secularismo, que con sus
tentáculos penetrantes no deja de poner a prueba, a veces, a las mismas
comunidades cristianas. Quien se deja contagiar por esta atmósfera, entra
fácilmente en el torbellino de un terrible círculo vicioso: perdiendo el
sentido de Dios, se tiende a perder también el sentido del hombre, de
su dignidad y de su vida. A su vez, la violación sistemática de la ley moral,
especialmente en el grave campo del respeto de la vida humana y su dignidad,
produce una especie de progresiva ofuscación de la capacidad de percibir la
presencia vivificante y salvadora de Dios.
Una vez
más podemos inspirarnos en el relato del asesinato de Abel por parte de su
hermano. Después de la maldición impuesta por Dios, Caín se dirige así al
Señor: « Mi culpa es demasiado grande para soportarla. Es decir que hoy me
echas de este suelo y he de esconderme de tu presencia, convertido
en vagabundo errante por la tierra, y cualquiera que me encuentre me matará » (Gn 4,
13-14). Caín considera que su pecado no podrá ser perdonado por el Señor y que
su destino inevitable será tener que « esconderse de su presencia ». Si Caín
confiesa que su culpa es « demasiado grande », es porque sabe que se encuentra
ante Dios y su justo juicio. En realidad, sólo delante del Señor el hombre
puede reconocer su pecado y percibir toda su gravedad. Esta es la experiencia
de David, que después de « haber pecado contra el Señor », reprendido por el
profeta Natán (cf. 2 Sam 11-12), exclama: « Mi delito yo lo
reconozco, mi pecado sin cesar está ante mí; contra ti, contra ti sólo he
pecado, lo malo a tus ojos cometí » (Sal 51 50, 5-6).
Intención/motivación
del día
EV1: El Evangelio de
la vida está en el centro del mensaje de Jesús. Acogido con amor cada día por
la Iglesia, es anunciado con intrépida fidelidad como buena noticia a los
hombres de todas las épocas y culturas.
En la aurora de la
salvación, el nacimiento de un niño es proclamado como gozosa noticia: "
Os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy,
en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor " (Lc 2,
10-11). El nacimiento del Salvador produce ciertamente esta " gran alegría
"; pero la Navidad pone también de manifiesto el sentido profundo de todo
nacimiento humano, y la alegría mesiánica constituye así el fundamento y realización
de la alegría por cada niño que nace (cf. Jn 16, 21).
Presentando
el núcleo central de su misión redentora, Jesús dice: " Yo he venido para
que tengan vida y la tengan en abundancia " (Jn 10, 10). Se refiere a
aquella vida " nueva " y " eterna ", que consiste en la
comunión con el Padre, a la que todo hombre está llamado gratuitamente en el
Hijo por obra del Espíritu Santificador. Pero es precisamente en esa "
vida " donde encuentran pleno significado todos los aspectos y momentos de
la vida del hombre.
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La sexualidad humana
es un Bien, porque surge del don que Dios vio que “era muy bueno” cuando creó
la persona humana a su imagen y semejanza: “hombre y mujer los creó” (Gen
1,27). La relación entre un hombre y una mujer es esencialmente una relación de
amor. La sexualidad orientada,
elevada e integrada por el amor adquiere
verdadera calidad de hijos de Dios.
En el matrimonio, el
amor conyugal llega a ser una fuerza
que enriquece y hace crecer a las personas y, al mismo tiempo, contribuye a
alimentar la civilización del amor.
La familia es el
ámbito donde los hijos aprenden el significado de la sexualidad al servicio del amor y de la vida. De esta
manera, es como el nacimiento de un niño puede ser proclamado como gozosa
noticia.
El ser humano fue
creado en dos sexos: hombre y mujer. La identidad humana se define entonces en
dos dimensiones: masculina y femenina. Por tanto, corresponde a cada uno,
hombre y mujer, reconocer y aceptar su propia identidad sexual. Las diferencias
y complementariedad físicas, morales y espirituales, están orientadas a los
bienes del matrimonio y al desarrollo de una vida familiar sana.
La
armonía de la pareja humana y de la sociedad dependen en gran parte de la
manera en que son vividas la complementariedad y el apoyo mutuos entre el
hombre y la mujer. Porque en ellos Dios se regocijó al crearlos hombre y mujer
y les concedió el derecho-deber, pero sobre todo la alegría de engendrar y
educar a sus hijos.
ORACIÓN
POR LA VIDA
Oh María, aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a Ti confiamos la causa de la vida:
mira Madre el número inmenso de niños
a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil
vivir,
de hombres y mujeres víctimas de
violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia o de una
presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo
sepan anunciar
con firmeza y amor a los hombres de
nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como
don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud
durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con
solícita constancia,
para construir, junto con todos los
hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del
amor,
para alabanza y gloria de Dios
Creador
y amante de la vida.
Amén
Juan Pablo II
Encíclica: Evangelium Vitae sobre el
Valor y el Carácter Inviolable de la Vida Humana
ORACIÓN
ECUMÉNICA
OH Señor, a Ti confiamos la causa de
la vida:
mira, Padre el número inmenso de
niños
a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil
vivir,
de hombres y mujeres víctimas de
violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia o de una
presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo
sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo el
Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como
don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud
durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con
solícita constancia,
para construir, junto con todos los
hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del
amor,
para alabanza y gloria de tu Nombre.
Amén
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