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martes, 3 de marzo de 2015

40 Días por la Vida - 4/3/2015

"El aborto no es una cuestión meramente de creencias sino que se trata de un derramamiento de sangre; no es simplemente sobre puntos de vista sino sobre víctimas."

PADRE FRANK PAVONE

   
Honduras_María Elena de Quan - malenadequan@gmail.com   


Lectura para meditar (tomado del Evangelium Vitae)
« He de esconderme de tu presencia » (Gn 4, 14): eclipse del sentido de Dios y del hombre
21. En la búsqueda de las raíces más profundas de la lucha entre la « cultura de la vida » y la « cultura de la muerte », no basta detenerse en la idea perversa de libertad anteriormente señalada. Es necesario llegar al centro del drama vivido por el hombre contemporáneo: el eclipse del sentido de Dios y del hombre, característico del contexto social y cultural dominado por el secularismo, que con sus tentáculos penetrantes no deja de poner a prueba, a veces, a las mismas comunidades cristianas. Quien se deja contagiar por esta atmósfera, entra fácilmente en el torbellino de un terrible círculo vicioso: perdiendo el sentido de Dios, se tiende a perder también el sentido del hombre, de su dignidad y de su vida. A su vez, la violación sistemática de la ley moral, especialmente en el grave campo del respeto de la vida humana y su dignidad, produce una especie de progresiva ofuscación de la capacidad de percibir la presencia vivificante y salvadora de Dios.
Una vez más podemos inspirarnos en el relato del asesinato de Abel por parte de su hermano. Después de la maldición impuesta por Dios, Caín se dirige así al Señor: « Mi culpa es demasiado grande para soportarla. Es decir que hoy me echas de este suelo y he de esconderme de tu presencia, convertido en vagabundo errante por la tierra, y cualquiera que me encuentre me matará » (Gn 4, 13-14). Caín considera que su pecado no podrá ser perdonado por el Señor y que su destino inevitable será tener que « esconderse de su presencia ». Si Caín confiesa que su culpa es « demasiado grande », es porque sabe que se encuentra ante Dios y su justo juicio. En realidad, sólo delante del Señor el hombre puede reconocer su pecado y percibir toda su gravedad. Esta es la experiencia de David, que después de « haber pecado contra el Señor », reprendido por el profeta Natán (cf. 2 Sam 11-12), exclama: « Mi delito yo lo reconozco, mi pecado sin cesar está ante mí; contra ti, contra ti sólo he pecado, lo malo a tus ojos cometí » (Sal 51 50, 5-6).



Intención/motivación del día

EV1: El Evangelio de la vida está en el centro del mensaje de Jesús. Acogido con amor cada día por la Iglesia, es anunciado con intrépida fidelidad como buena noticia a los hombres de todas las épocas y culturas.

En la aurora de la salvación, el nacimiento de un niño es proclamado como gozosa noticia: " Os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor " (Lc 2, 10-11). El nacimiento del Salvador produce ciertamente esta " gran alegría "; pero la Navidad pone también de manifiesto el sentido profundo de todo nacimiento humano, y la alegría mesiánica constituye así el fundamento y realización de la alegría por cada niño que nace (cf. Jn 16, 21).

Presentando el núcleo central de su misión redentora, Jesús dice: " Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia " (Jn 10, 10). Se refiere a aquella vida " nueva " y " eterna ", que consiste en la comunión con el Padre, a la que todo hombre está llamado gratuitamente en el Hijo por obra del Espíritu Santificador. Pero es precisamente en esa " vida " donde encuentran pleno significado todos los aspectos y momentos de la vida del hombre.

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La sexualidad humana es un Bien, porque surge del don que Dios vio que “era muy bueno” cuando creó la persona humana a su imagen y semejanza: “hombre y mujer los creó” (Gen 1,27). La relación entre un hombre y una mujer es esencialmente una relación de amor. La sexualidad orientada, elevada e integrada por el amor adquiere verdadera calidad de hijos de Dios.

En el matrimonio, el amor conyugal llega a ser una fuerza que enriquece y hace crecer a las personas y, al mismo tiempo, contribuye a alimentar la civilización del amor.
La familia es el ámbito donde los hijos aprenden el significado de la sexualidad al servicio del amor y de la vida. De esta manera, es como el nacimiento de un niño puede ser proclamado como gozosa noticia.

El ser humano fue creado en dos sexos: hombre y mujer. La identidad humana se define entonces en dos dimensiones: masculina y femenina. Por tanto, corresponde a cada uno, hombre y mujer, reconocer y aceptar su propia identidad sexual. Las diferencias y complementariedad físicas, morales y espirituales, están orientadas a los bienes del matrimonio y al desarrollo de una vida familiar sana.

La armonía de la pareja humana y de la sociedad dependen en gran parte de la manera en que son vividas la complementariedad y el apoyo mutuos entre el hombre y la mujer. Porque en ellos Dios se regocijó al crearlos hombre y mujer y les concedió el derecho-deber, pero sobre todo la alegría de engendrar y educar a sus hijos.


ORACIÓN POR LA VIDA

Oh María, aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a Ti confiamos la causa de la vida:
mira Madre el número inmenso de niños
a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar
con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios Creador
y amante de la vida.
Amén

Juan Pablo II

Encíclica: Evangelium Vitae sobre el Valor y el Carácter Inviolable de la Vida Humana
ORACIÓN ECUMÉNICA

OH Señor, a Ti confiamos la causa de la vida:
mira, Padre el número inmenso de niños
a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de tu Nombre.
Amén



Enlaces de interés
Oraciones en otros idiomas (inglés, italiano, finlandés)

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