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jueves, 26 de febrero de 2015

40 Días por la Vida - 27/2/2015

“¿De qué sirve brindar a los hijos todos los caprichos, si no les brindamos una verdadera familia?”
S. BIFFI

Perú_Nancy Freundt  - freundt_nancy@yahoo.es


Lectura para meditar (tomado del Evangelium Vitae)
« ¿Qué has hecho? » (Gn 4, 10): eclipse del valor de la vida
16. Otro fenómeno actual, en el que confluyen frecuentemente amenazas y atentados contra la vida, es el demográfico. Este presenta modalidades diversas en las diferentes partes del mundo: en los Países ricos y desarrollados se registra una preocupante reducción o caída de los nacimientos; los Países pobres, por el contrario, presentan en general una elevada tasa de aumento de la población, difícilmente soportable en un contexto de menor desarrollo económico y social, o incluso de grave subdesarrollo. Ante la superpoblación de los Países pobres faltan, a nivel internacional, medidas globales —serias políticas familiares y sociales, programas de desarrollo cultural y de justa producción y distribución de los recursos— mientras se continúan realizando políticas antinatalistas.
La anticoncepción, la esterilización y el aborto están ciertamente entre las causas que contribuyen a crear situaciones de fuerte descenso de la natalidad. Puede ser fácil la tentación de recurrir también a los mismos métodos y atentados contra la vida en las situaciones de « explosión demográfica ».
El antiguo Faraón, viendo como una pesadilla la presencia y aumento de los hijos de Israel, los sometió a toda forma de opresión y ordenó que fueran asesinados todos los recién nacidos varones de las mujeres hebreas (cf. Ex 1, 7-22). Del mismo modo se comportan hoy no pocos poderosos de la tierra. Estos consideran también como una pesadilla el crecimiento demográfico actual y temen que los pueblos más prolíficos y más pobres representen una amenaza para el bienestar y la tranquilidad de sus Países. Por consiguiente, antes que querer afrontar y resolver estos graves problemas respetando la dignidad de las personas y de las familias, y el derecho inviolable de todo hombre a la vida, prefieren promover e imponer por cualquier medio una masiva planificación de los nacimientos. Las mismas ayudas económicas, que estarían dispuestos a dar, se condicionan injustamente a la aceptación de una política antinatalista.




MOTIVACIÓN


El 13 de octubre de 1884 el Papa León XIII tuvo una visión al pie del altar,  en su capilla privada en el Vaticano.  Escuchó dos voces: una gutural, orgullosa, de Satanás y la otra gentil, de nuestro Señor.


Aquél dijo:  “Puedo destruir tu Iglesia”.


Nuestro Señor contestó:  “¿Puedes? Entonces ve y hazlo”.


Satanás:  “Para hacerlo, necesito más tiempo y más poder”.


Nuestro señor:  “¿Cuánto tiempo? ¿Cuánto poder?”


Satanás:   “75 a 100 años, y mayor poder sobre aquellos que se entreguen a mi servicio”.


Nuestro Señor:  “Tienes el tiempo, tendrás el poder.  Haz con aquellos lo que desees”.


El Papa, pálido y conmocionado, fue inmediatamente a su oficina y compuso la oración a San Miguel Arcángel, dando la orden a los obispos de que fuera rezada al finalizar las misas en todo el mundo. Esta oración dejaría de rezarse alrededor de la década del sesenta, luego de concluido el Concilio Vaticano II.


Satanás no erró en su cálculo.  Se cumplieron los 75 años y llegó 1960.  Los eventos que se desarrollaron a partir de aquel año en el mundo demostraron ser de profunda inspiración satánica.  Está claro que el Maligno no podía atacar a la Iglesia triunfante, ni a la purgante; mucho menos aún a la cabeza de la Iglesia, que es el mismo Cristo.  Sus armas las empuñó contra la Iglesia militante, sumiendo a gran parte del pueblo católico desde aquella nefasta década en una espiral de degradación moral y espiritual sin precedentes; una caída libre que pareciera no querer tocar fondo.


Veamos. Ya en la primera mitad del siglo veinte, las dos guerras mundiales habían dejado más de 100 millones de muertos, sin contar los millones de heridos y mutilados; a ellas habrían de seguirles otras guerras igual de sangrientas, también con un elevado costo humano.


La revolución comunista y su expansión por el mundo –con su estela de crímenes y represión- dejó un saldo de 25 millones de muertos en la Unión soviética, 65 millones en China y varios millones más en otros países del mundo, y aún hoy sigue cobrando innumerables vidas.


Pero volvamos a los precisos 75 años que Satanás pidió; es decir, al año 1960.  ¿Qué sucedió aquel año?  Pues un evento que abriría la puerta a una debacle moral sin paralelo dentro del mundo cristiano y en el corazón de las familias católicas, y abriría la puerta al más bárbaro genocidio, uno que habría de costar miles de millones de vidas humanas en todo el mundo y que haría palidecer las cifras antes mencionadas: la guerra contra los seres humanos en gestación.


Así fue. El 9 de mayo de 1960 fue aprobada por la FDA (Food & Drug Administration) de los Estados Unidos la venta de Enovid, la primera píldora “anticonceptiva” del mundo.  Para 1962, 1,187,000 mujeres usaban “la píldora”, aunque habían algunos Estados en que era ilegal. En 1963, y luego del asesinato del presidente católico John F. Kennedy, Lyndon B. Johnson se convirtió en el primer presidente norteamericano en apoyar el control de la natalidad.  En 1965 la Suprema Corte dictaminó, al amparo de la Primera Enmienda, el derecho de las parejas casadas a utilizar la píldora, por lo que para 1969 más del 80% de esposas en edad fértil la usaban. En 1972 el derecho a tomarla se extendió a las mujeres solteras. Posteriormente se extendió a todos los países católicos, a pesar de haber estado inicialmente prohibida y jamás aceptada por la Iglesia Católica.


La invención de la píldora y de los dispositivos intrauterinos que inmediatamente le siguieron, logró por primera vez disociar el acto marital de la procreación de hijos.  Se facilitó el sexo prematrimonial y la promiscuidad se generalizó.  De cuatro enfermedades de transmisión sexual existentes en los años 60 se pasó a más de veinte, hablándose ahora de treinta.  Aumentaron vertiginosamente los nacimientos fuera del matrimonio, el embarazo adolescente y el divorcio.  Desde aquella nefasta década que empezó al cumplirse los 75 años pedidos por Satanás, los matrimonios en el mundo cristiano disminuyeron en una tercera parte, los divorcios aumentaron al doble y los niños viviendo con un solo padre se triplicaron.


Como complemento de aquel plan satánico que fue gestándose a lo largo de los años y envenenando el alma de los pueblos cristianos, se dieron en esa década dos acontecimientos que sellarían la llamada “revolución sexual”, la que luego de pervertir el orden moral pasó a pervertir el orden social.


El primero tuvo lugar en Francia -hija mayor de la Iglesia- en mayo de 1968: la Revolución de la Sorbona, en París, donde los jóvenes clamaban por un rechazo total a los diez mandamientos de la ley de Dios, a toda ley moral, a toda prohibición, a toda autoridad ya sea en la familia o en la universidad,  y a todo límite en la búsqueda del placer personal.  Curiosamente fue la prohibición de que los jóvenes entrasen a los dormitorios de las chicas en las residencias universitarias la chispa que prendió esta revolución estudiantil.


El segundo acontecimiento tuvo lugar en los Estados Unidos en agosto de 1969, con el festival de Woodstock, en Nueva York: tres días de drogas, sexo y música rock, en el que la degradación y el desenfreno moral llegaron al extremo, popularizándose el estilo de vida “hippie”,  la cultura pop, y toda una variedad de filosofías espirituales paganas.


La transgresión de toda ley natural y divina, la supuesta emancipación femenina y un equivocado concepto de libertad sexual  se volvieron el paradigma de una sociedad que hasta entonces había vivido bajo los principios de la moral cristiana. 


Al día de hoy, la batalla desatada por Satanás pareciera haber sido perdida por la Iglesia que Cristo fundó.  El ver las escalofriantes cifras de venta de los mal llamados “anticonceptivos” -abortos químicos- y las cifras de abortos quirúrgicos en los países católicos no deja lugar a mayor esperanza.


Pero no nos equivoquemos: la Iglesia de Cristo triunfará.  Cuando parezca totalmente derrotada, renacerá con gran fuerza y no quedará un solo enemigo vivo.  El reino de Cristo se instalará en esta tierra con el triunfo del inmaculado corazón de María.  Ciertamente, a todos los católicos nos queda una gran decisión por tomar: qué rol desempeñaremos en esta batalla espiritual que ya está teniendo lugar ante nuestros ojos, ya sea que los tengamos abiertos o que prefiramos mantenerlos cerrados.


Recordemos lo que el Papa Francisco dijo en su mensaje de Cuaresma hace pocos días en cuanto a la “globalización de la indiferencia”, según le llamó: "Cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás y nuestro corazón cae en la indiferencia".


Estamos en Cuaresma.  Junto con el espíritu de penitencia que en este tiempo litúrgico debe animar a todo católico que vive su fe, debemos cumplir con el deber de denunciar el aborto en sus dos letales formas: el químico y el quirúrgico.


O damos la batalla en el ejército de Dios, así esté formado tan solo de un pequeño resto fiel, o formamos parte del ejército de Satanás.  No nos engañemos: no hay término medio.  La indiferencia nos sitúa en el ejército contrario a Dios.  Los pecados de omisión condenan al infierno.  Quien lo dude, que lea el evangelio de san Marcos, capítulo 25, versículos 41 al 46, y recuerde que no existen hermanos más pequeños e indefensos que los bebitos por nacer.  Lo que por ellos hagamos, lo estaremos haciendo por el mismo Jesús.  Lo que por ellos no hagamos, habremos dejado de hacerlo por el mismo Jesús.  La decisión está en nuestras manos, en las manos de cada quien.




INTENCIÓN

Queridos hermanos, todos los participantes en la campaña 40 Días por la Vida sin duda trabajamos y nos esforzamos por salvar vidas.  Algunos inclusive llegan a extremos heroicos por hacerlo.  Pero no olvidemos que también debemos alzar la voz con fuerza para denunciar la magnitud del crimen contra los no nacidos.  Oremos a Dios para que nadie calle ante este cruento genocidio.




ORACIÓN POR LA VIDA

Oh María, aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a Ti confiamos la causa de la vida:
mira Madre el número inmenso de niños
a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar
con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios Creador
y amante de la vida.
Amén

Juan Pablo II

Encíclica: Evangelium Vitae sobre el Valor y el Carácter Inviolable de la Vida Humana

ORACIÓN ECUMÉNICA

OH Señor, a Ti confiamos la causa de la vida:
mira, Padre el número inmenso de niños
a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de tu Nombre.
Amén
Enlaces de interés
Oraciones en otros idiomas (inglés, italiano, finlandés)

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