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miércoles, 15 de febrero de 2012

2012 I: 40 días por la Vida - Día 3


Cuarenta días por la Vida
14 de Febrero al 24 de Marzo 2012
Día 3

16/2/2012

Canadá_ Pilar Gordillo Sarmiento - mpgordillos@gmail.com

“Conformarse con la voluntad de Dios es la oración más hermosa del alma cristiana”.

SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO

Reflexión

“…aun los que sufren según la voluntad de Dios, confíen sus almas al Creador fiel, haciendo el bien.” (1 Pe 4:19)

Oración del día

Oremos para que todos los que luchan por la vida puedan extender esta victoria a cada rincón de nuestra sociedad.

Motivación del día

La Eutanasia es causar la muerte a otro, con o sin su consentimiento, para evitarle dolor físico u otros padecimientos que son considerados insoportables.

Los que defienden la eutanasia quieren vender la idea que ésta es una ‘solución compasiva” para acabar con el sufrimiento de las personas, ya que tienen “derecho a morir con dignidad”.

Definitivamente, los defensores de la eutanasia parten de conceptos equívocos y no han logrado comprender aún el sentido de la vida del ser humano ni su dignidad intrínseca heredada de Dios Padre y elevada por Nuestro Señor Jesucristo.

Morir con dignidad es reconocernos como hijos de Dios y vivir como tal hasta expirar nuestro último aliento de vida.  Consiste en aceptar la voluntad de Dios, y someternos a ella, aunque sea contraria a la nuestra, confiando ciegamente que nuestro Padre sólo busca el bien para nosotros.  Ello implica soportar el dolor, sabiendo por nuestra formación cristiana, que es un medio de redención.  El dolor puede convertirse en una ofrenda de amor por la conversión y salvación del mundo.

Una muerte digna es aquella que llega a nosotros en el momento que nuestro Creador lo decide.  Quitarle la vida a alguien antes del tiempo querido por Dios, puede significar quitarle la oportunidad de transformar su vida y la de aquellos que pueden beneficiarse con su testimonio.

Un homicidio no es un acto de compasión bajo ninguna circunstancia.  La verdadera compasión es aquella que nos enseña Jesucristo, que consiste en ofrecer ayuda y consuelo a aquel que sufre.  Recordarle que su vida no pierde valor ni su dignidad es menor por estar postrado en una cama. De acuerdo a Juan Pablo II: quitarle la vida a una persona enferma «debe considerarse como una falsa piedad, más aún, como una preocupante “perversión” de la misma».

El perder habilidades intelectuales o físicas, no nos hace menos humanos, no nos hace menos dignos, es una oportunidad para poner nuestro destino en manos de Dios y dar testimonio que nuestro amor por Dios no se ve mermado por padecimientos terrenales, sino que nos motiva a unirnos a Cristo y compartir con El sus sufrimientos.

En Salvifici doloris el Papa Juan Pablo II escribe que: «Todos los que sufren han sido llamados de una vez para siempre a ser partícipes “de los sufrimientos de Cristo” (1Pe 4,13). Así como todos son llamados a “completar” con el propio sufrimiento “lo que falta a los padecimientos de Cristo” (Col 1,24). Cristo al mismo tiempo ha enseñado al hombre a hacer bien con el sufrimiento y a hacer bien a quien sufre. Bajo este doble aspecto ha manifestado cabalmente el sentido del sufrimiento».

A continuación comparto un testimonio que resulta inspirador:

Nino Baglieri trabajaba como albañil y tenía diecisiete años cuando cayó de un andamio en la cuarta planta de una casa. Quedó inmóvil en el suelo: vivo, pero completamente paralizado. Así ha permanecido hasta hoy.

Cuando lo levantaron del suelo y lo llevaron al hospital, un médico dijo a su madre: “Señora, si usted desea, le damos una inyección para que deje de sufrir.”  “Pero mi madre, una mujer con gran fe respondió: si el Señor se lo quiere llevar, yo me resignaré, pero si no, a este hijo mío lo cuidaré yo durante toda su vida”.

El es un hombre corpulento a pesar de su parálisis y ella, una pequeña anciana.  Pero se entiende que, durante aquella gran guerra contra la desesperación, ella ha vencido.   Ella que en ningún momento ha querido dejarlo morir.  Que durante años cuando su hijo blasfemaba contra Dios, ella rezaba el rosario en voz baja para no irritar a su hijo.  Fueron 10 años de blasfemias, 10 años de oraciones.

Un día, luego que un sacerdote hiciera una oración por él, Nino cuenta: “Sentí un gran calor.  Mi cuerpo siguió inmóvil.  Yo, al contrario, me sentía otro hombre: como si aquellos 10 años de dolor y desesperación se desvaneciesen en la nada.  Era como si volviera a nacer.”

Comenzó a leer la Biblia y recibir la comunión a diario.  "El sufrimiento no aceptado --dice él-- se transforma en desesperación. Pero si lo ofreces, se torna un tesoro, y da mucho fruto". ¿Y cómo se hace para saber aceptarlo? "No es algo que se haga sólo. Es necesario abandonarse en Cristo. Es Él el que lleva nuestra cruz. Nuestro error es que procuramos ser 'valientes' y confiamos en nosotros mismos. Al contrario, hay que abandonarse en Cristo, precisamente como los niños cuando su madre le coge en los brazos". "Sin aquél accidente -continua él- yo habría tenido una vida como la de tantos otros.  He tenido más. Amigos que me escriben de Australia y de India, una amistad tan grande con los seminaristas que cuando se ordenan vienen aquí a mi casa a decir la Misa.  Mírame: soy un pobre cuerpo echado en una cama. Sin embargo, yo sé que soy útil para algo. Veo bien todo el mal que está junto a nosotros, y muchas veces también yo me siento aplastado. No obstante, yo sé que si con todo este mal el mundo sigue de pie, es gracias a los sufrimientos ocultos de tantos, pequeños y grandes, como yo". Es la doctrina de la comunión de los santos que este albañil jamás ha estudiado. Dice: "Yo, desde mi cama, abrazo al mundo entero".  

ORACIÓN ECUMÉNICA

OH Señor, a Ti confiamos la causa de la vida:
mira, Padre el número inmenso de niños
a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de tu Nombre.
Amén

ORACIÓN POR LA VIDA

Oh María, aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a Ti confiamos la causa de la vida:
mira Madre el número inmenso de niños
a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar
con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios Creador
y amante de la vida.
Amén

Juan Pablo II

Encíclica: Evangelium Vitae sobre el Valor y el Carácter Inviolable de la Vida Humana

Enlaces de interés:

Oraciones en otros idiomas (inglés, italiano, finlandés)



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