“¿De qué sirve brindar a los
hijos todos los caprichos, si no les brindamos una verdadera familia?”
S. BIFFI
Perú_Nancy Freundt - freundt_nancy@yahoo.es
Lectura
para meditar (tomado del Evangelium Vitae)
« ¿Qué has hecho? » (Gn 4, 10): eclipse del valor
de la vida
16. Otro fenómeno actual,
en el que confluyen frecuentemente amenazas y atentados contra la vida, es
el demográfico. Este presenta modalidades diversas en las
diferentes partes del mundo: en los Países ricos y desarrollados se registra
una preocupante reducción o caída de los nacimientos; los Países pobres, por el
contrario, presentan en general una elevada tasa de aumento de la población,
difícilmente soportable en un contexto de menor desarrollo económico y social,
o incluso de grave subdesarrollo. Ante la superpoblación de los Países pobres faltan,
a nivel internacional, medidas globales —serias políticas familiares y
sociales, programas de desarrollo cultural y de justa producción y distribución
de los recursos— mientras se continúan realizando políticas antinatalistas.
La anticoncepción, la esterilización
y el aborto están ciertamente entre las causas que contribuyen a crear
situaciones de fuerte descenso de la natalidad. Puede ser fácil la tentación de
recurrir también a los mismos métodos y atentados contra la vida en las
situaciones de « explosión demográfica ».
El
antiguo Faraón, viendo como una pesadilla la presencia y aumento de los hijos
de Israel, los sometió a toda forma de opresión y ordenó que fueran asesinados
todos los recién nacidos varones de las mujeres hebreas (cf. Ex 1,
7-22). Del mismo modo se comportan hoy no pocos poderosos de la tierra. Estos
consideran también como una pesadilla el crecimiento demográfico actual y temen
que los pueblos más prolíficos y más pobres representen una amenaza para el
bienestar y la tranquilidad de sus Países. Por consiguiente, antes que querer
afrontar y resolver estos graves problemas respetando la dignidad de las
personas y de las familias, y el derecho inviolable de todo hombre a la vida,
prefieren promover e imponer por cualquier medio una masiva planificación de
los nacimientos. Las mismas ayudas económicas, que estarían dispuestos a dar,
se condicionan injustamente a la aceptación de una política antinatalista.
MOTIVACIÓN
El 13 de octubre de 1884 el
Papa León XIII tuvo una visión al pie del altar, en su capilla privada en el Vaticano. Escuchó dos voces: una gutural, orgullosa, de
Satanás y la otra gentil, de nuestro Señor.
Aquél dijo: “Puedo destruir tu Iglesia”.
Nuestro Señor contestó: “¿Puedes? Entonces ve y hazlo”.
Satanás: “Para hacerlo, necesito más tiempo y más
poder”.
Nuestro señor: “¿Cuánto tiempo? ¿Cuánto poder?”
Satanás: “75 a 100 años, y mayor poder sobre aquellos
que se entreguen a mi servicio”.
Nuestro Señor: “Tienes el tiempo, tendrás el poder. Haz con aquellos lo que desees”.
El
Papa, pálido y conmocionado, fue inmediatamente a su oficina y compuso la
oración a San Miguel Arcángel, dando la orden a los obispos de que fuera rezada
al finalizar las misas en todo el mundo. Esta oración dejaría de rezarse
alrededor de la década del sesenta, luego de concluido el Concilio Vaticano II.
Satanás
no erró en su cálculo. Se cumplieron los
75 años y llegó 1960. Los eventos que se
desarrollaron a partir de aquel año en el mundo demostraron ser de profunda inspiración
satánica. Está claro que el Maligno no
podía atacar a la Iglesia triunfante, ni a la purgante; mucho menos aún a la
cabeza de la Iglesia, que es el mismo Cristo.
Sus armas las empuñó contra la Iglesia militante, sumiendo a gran parte
del pueblo católico desde aquella nefasta década en una espiral de degradación
moral y espiritual sin precedentes; una caída libre que pareciera no querer tocar
fondo.
Veamos. Ya en la primera
mitad del siglo veinte, las dos guerras mundiales habían dejado más de 100
millones de muertos, sin contar los millones de heridos y mutilados; a ellas habrían
de seguirles otras guerras igual de sangrientas, también con un elevado costo
humano.
La revolución comunista y su
expansión por el mundo –con su estela de crímenes y represión- dejó un saldo de
25 millones de muertos en la Unión soviética, 65 millones en China y varios
millones más en otros países del mundo, y aún hoy sigue cobrando innumerables
vidas.
Pero
volvamos a los precisos 75 años que Satanás pidió; es decir, al año 1960. ¿Qué sucedió aquel año? Pues un evento que abriría la puerta a una
debacle moral sin paralelo dentro del mundo cristiano y en el corazón de las
familias católicas, y abriría la puerta al más bárbaro genocidio, uno que
habría de costar miles de millones de vidas humanas en todo el mundo y que
haría palidecer las cifras antes mencionadas: la guerra contra los seres
humanos en gestación.
Así
fue. El 9 de mayo de 1960 fue aprobada por la FDA (Food & Drug
Administration) de los Estados Unidos la venta de Enovid, la primera píldora
“anticonceptiva” del mundo. Para 1962,
1,187,000 mujeres usaban “la píldora”, aunque habían algunos Estados en que era
ilegal. En 1963, y luego del asesinato del presidente católico John F. Kennedy,
Lyndon B. Johnson se convirtió en el primer presidente norteamericano en apoyar
el control de la natalidad. En 1965 la
Suprema Corte dictaminó, al amparo de la Primera Enmienda, el derecho de las
parejas casadas a utilizar la píldora, por lo que para 1969 más del 80% de
esposas en edad fértil la usaban. En 1972 el derecho a tomarla se extendió a
las mujeres solteras. Posteriormente se extendió a todos los países católicos,
a pesar de haber estado inicialmente prohibida y jamás aceptada por la Iglesia
Católica.
La
invención de la píldora y de los dispositivos intrauterinos que inmediatamente
le siguieron, logró por primera vez disociar el acto marital de la procreación
de hijos. Se facilitó el sexo prematrimonial
y la promiscuidad se generalizó. De
cuatro enfermedades de transmisión sexual existentes en los años 60 se pasó a más
de veinte, hablándose ahora de treinta. Aumentaron vertiginosamente los nacimientos
fuera del matrimonio, el embarazo adolescente y el divorcio. Desde aquella nefasta década que empezó al
cumplirse los 75 años pedidos por Satanás, los matrimonios en el mundo
cristiano disminuyeron en una tercera parte, los divorcios aumentaron al doble
y los niños viviendo con un solo padre se triplicaron.
Como
complemento de aquel plan satánico que fue gestándose a lo largo de los años y
envenenando el alma de los pueblos cristianos, se dieron en esa década dos
acontecimientos que sellarían la llamada “revolución sexual”, la que luego de
pervertir el orden moral pasó a pervertir el orden social.
El
primero tuvo lugar en Francia -hija mayor de la Iglesia- en mayo de 1968: la
Revolución de la Sorbona, en París, donde los jóvenes clamaban por un rechazo
total a los diez mandamientos de la ley de Dios, a toda ley moral, a toda
prohibición, a toda autoridad ya sea en la familia o en la universidad, y a todo límite en la búsqueda del placer
personal. Curiosamente fue la
prohibición de que los jóvenes entrasen a los dormitorios de las chicas en las
residencias universitarias la chispa que prendió esta revolución estudiantil.
El
segundo acontecimiento tuvo lugar en los Estados Unidos en agosto de 1969, con
el festival de Woodstock, en Nueva York: tres días de drogas, sexo y música
rock, en el que la degradación y el desenfreno moral llegaron al extremo, popularizándose
el estilo de vida “hippie”, la cultura
pop, y toda una variedad de filosofías espirituales paganas.
La
transgresión de toda ley natural y divina, la supuesta emancipación femenina y
un equivocado concepto de libertad sexual se volvieron el paradigma de una sociedad que
hasta entonces había vivido bajo los principios de la moral cristiana.
Al
día de hoy, la batalla desatada por Satanás pareciera haber sido perdida por la
Iglesia que Cristo fundó. El ver las
escalofriantes cifras de venta de los mal llamados “anticonceptivos” -abortos
químicos- y las cifras de abortos quirúrgicos en los países católicos no deja
lugar a mayor esperanza.
Pero
no nos equivoquemos: la Iglesia de Cristo triunfará. Cuando parezca totalmente derrotada, renacerá
con gran fuerza y no quedará un solo enemigo vivo. El reino de Cristo se instalará en esta tierra
con el triunfo del inmaculado corazón de María.
Ciertamente, a todos los católicos nos queda una gran decisión por
tomar: qué rol desempeñaremos en esta batalla espiritual que ya está teniendo
lugar ante nuestros ojos, ya sea que los tengamos abiertos o que prefiramos
mantenerlos cerrados.
Recordemos
lo que el Papa Francisco dijo en su mensaje de Cuaresma hace pocos días en
cuanto a la “globalización de la indiferencia”, según le llamó: "Cuando
estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás y nuestro
corazón cae en la indiferencia".
Estamos
en Cuaresma. Junto con el espíritu de
penitencia que en este tiempo litúrgico debe animar a todo católico que vive su
fe, debemos cumplir con el deber de denunciar el aborto en sus dos letales formas:
el químico y el quirúrgico.
O
damos la batalla en el ejército de Dios, así esté formado tan solo de un
pequeño resto fiel, o formamos parte del ejército de Satanás. No nos engañemos: no hay término medio. La indiferencia nos sitúa en el ejército
contrario a Dios. Los pecados de omisión
condenan al infierno. Quien lo dude, que
lea el evangelio de san Marcos, capítulo 25, versículos 41 al 46, y recuerde
que no existen hermanos más pequeños e indefensos que los bebitos por nacer. Lo que por ellos hagamos, lo estaremos
haciendo por el mismo Jesús. Lo que por
ellos no hagamos, habremos dejado de hacerlo por el mismo Jesús. La decisión está en nuestras manos, en las manos
de cada quien.
INTENCIÓN
Queridos hermanos, todos los
participantes en la campaña 40 Días por la Vida sin duda trabajamos y nos
esforzamos por salvar vidas. Algunos
inclusive llegan a extremos heroicos por hacerlo. Pero no olvidemos que también debemos alzar
la voz con fuerza para denunciar la magnitud del crimen contra los no
nacidos. Oremos a Dios para que nadie
calle ante este cruento genocidio.
ORACIÓN POR LA VIDA
Oh María, aurora del
mundo nuevo,
a Ti confiamos la
causa de la vida:
mira Madre el número
inmenso de niños
a quienes se impide
nacer,
de pobres a quienes
se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres
víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y
enfermos muertos
a causa de la
indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen
en tu hijo sepan anunciar
con firmeza y amor a
los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la
vida.
Alcánzales la gracia
de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de
celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de
testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto
con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la
verdad y del amor,
para alabanza y
gloria de Dios Creador
y amante de la vida.
Amén
Juan Pablo II
Encíclica: Evangelium Vitae sobre el Valor y el
Carácter Inviolable de la Vida Humana
ORACIÓN ECUMÉNICA
OH Señor, a Ti
confiamos la causa de la vida:
mira, Padre el número
inmenso de niños
a quienes se impide
nacer,
de pobres a quienes
se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres
víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y
enfermos muertos
a causa de la
indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen
en tu hijo sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de
nuestro tiempo el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia
de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo
con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de
testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto
con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la
verdad y del amor,
para alabanza y
gloria de tu Nombre.
Amén
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