Ya hemos pasado el punto del inicio del nuevo año, y los días empiezan a consumirse como el pasado. Pronto, sin apenas darnos cuenta habremos recorrido un buen trecho de días, semanas, meses... y en un abrir y cerrar de ojos llegaremos al ecuador del recorrido anual.
Sin embargo, seguirá la matanza de niños en el vientre de sus madres. Y todo porque buscamos la felicidad en las cosas de este mundo: riqueza, fiestas, viajes, bienes, comodidades...etc., y no pensamos en los demás, y menos en los niños que nos pueden complicar nuestros planes y proyectos.
Pero, pronto, al igual que se van los años, se va también nuestra vida, y cuando despertemos de este profundo y gran error de búsqueda, nos daremos cuenta que la felicidad no está en las cosas sino en el amor entregado a las personas. Son ellas las que nos recordarán según las hayamos amado o no. Y hablarán bien o mal, según las hayamos amado o no.
Podemos imaginar que dirán los niños a los que les hemos impedido ver la luz del sol... Entonces seremos nosotros mismos los que descubriremos nuestros propios juicios y nos daremos cuenta de la medida de nuestro amor.
