40 días por la vida
Segunda jornada 2014
24 de septiembre al 2 de noviembre
“No
menos decisivo en la formación de la conciencia es el descubrimiento del
vínculo constitutivo entre la libertad y la verdad. Como he repetido otras
veces, separar la libertad de la verdad objetiva hace imposible fundamentar los
derechos de la persona sobre una sólida base racional y pone las premisas para
que se afirme en la sociedad el arbitrio ingobernable de los individuos y el
totalitarismo del poder público causante de la muerte....Cuando se niega a Dios
y se vive como si no existiera, o no se toman en cuenta sus mandamientos, se
acaba fácilmente por negar o comprometer también la dignidad de la persona
humana y el carácter inviolable de su vida”.
SAN JUAN PABLO II
Encíclica Evangelium vitae
Perú_Lucía Goytizolo - lgoyti@hotmail.com
Reflexión
Sobre la personalidad de un “Defensor de la vida - II
Conferencia
de la doctora Jutta Burggraf, pronunciada el 6 de noviembre de 2009 en el IV Congreso
Internacional Provida, celebrado en Zaragoza (España) - 2
3. Saber escuchar
Una
de las consecuencias inmediatas de la humildad es la capacidad de acoger y
escuchar al otro. A veces, se necesita mucho carácter y dominio de sí mismo
para no exasperarse inmediatamente. Sin embargo, el enfado y los reproches son
inútiles, porque ponen a la otra persona a la defensiva y, por lo común, hacen
que trate de justificarse. Herir al otro con críticas punzantes, no sólo no
corrige, sino que agrava la situación. Las heridas pueden crear resentimientos
que, a veces, perduran décadas y siguen ardiendo hasta la muerte.
Cuando
alguien se equivoca, quizá lo admita para sus adentros. Y si le sabemos llevar,
con suavidad y con tacto, quizá lo admita también ante nosotros. Pero no ocurre
así cuando tratamos de convencerle a toda costa de que no tiene razón.
El
secreto para actuar con tranquilidad consiste en no identificar a la persona
con su obra. Todo ser humano es más grande que su culpa. Un ejemplo elocuente
nos da Albert Camus, que se dirige en una carta pública a los nazis, y habla de
los crímenes cometidos en Francia: “Y a pesar de ustedes, les seguiré llamando
hombres… Nos esforzamos en respetar en ustedes lo que ustedes no respetaban en
los demás”. Cada persona está por encima de sus peores errores.
Casi
todos hablamos demasiado, cuando tratamos de atraer a los demás a nuestro modo
de pensar. Primero tiene que hablar la otra persona. Ella sabe más que nosotros
acerca de sus problemas, de sus luchas y sus sufrimientos. Es preciso crear un
clima en el que puede hablar sin medir sus palabras, puede mostrar sus
debilidades sin temor alguno a que se le censure.
Estamos
llamados a empeñarnos en el difícil arte de ir al fondo con los demás, de no
quedarnos en lo que dicen, sino llegar a lo que quieren decir, de no oír
solamente palabras, sino mensajes. Con frecuencia, conviene asumir la función
de papelera o de cubo de basura. Tal vez la escasez de estos “oyentes papelera”
sea la causa de una soledad angustiosa de tantas personas: están llenas de
sentimientos destructivos y de experiencias horribles, que no pueden compartir
con nadie.
Si nos vemos en desacuerdo
con la persona que habla, podemos estar tentados de interrumpirla. Pero es
mejor no hacerlo; así no la ayudamos. Ella no nos prestará atención, mientras
tenga todavía una cantidad de ideas y vivencias propias que reclaman expresión.
Lo primero no es dar consejos, sino estar al lado del otro.
Tenemos
que escuchar, tranquilamente, hasta el final. La palabra que se queda dentro de
una persona puede ser la decisiva. Y justamente esta palabra tiene que salir.
Por eso —advierte Guardini—, hemos de ejercitarnos para “ver, escuchar, sentir
cómo, detrás de un sentimiento que se muestra, detrás de un pensamiento que se
expresa, hay mucho más que permanece oculto; y cuando lo que ha estado oculto
es finalmente conocido, puede ser que detrás de ello exista todavía más”.
Los
mejores conversadores no son los que hablan bien, sino las personas que se
interesan por lo que dicen los demás.
4. Comprensión
Recuerdo
a una adolescente desesperada que se había quedado embarazada y sufría fuertes
presiones para abortar. Durante varias semanas, había buscado ayuda, pero no
sabía a quién dirigirse. Cuando hablé con ella, le pregunté por qué no había
dicho nada a su amiga que colaboraba fervorosamente en una asociación pro vida.
“Imposible —me respondió—. No puedo hablar con ella sobre estos temas. Sería un
escándalo para ella. Nuestra amistad acabaría”. Pero, cuando alguien ha caído
en las profundidades del dolor, ¿no es precisamente el amigo, la amiga, quien
debe luchar por él y con él? “Sé solidario con los otros, sobre todo cuando sean
culpables”, reza un proverbio francés.
En
un momento de desaliento, de fracaso o de angustia, es tremendamente importante
encontrar a una persona que comprenda, que no riña, que no clasifique
fríamente, sino que sea capaz de compartir los sentimientos —tantas veces
contradictorios—, que se encuentran en el corazón humano. Hay momentos en los
que cada hombre —incluso el más cruel asesino— necesita consuelo y alivio. El
criminal americano Crowley, condenado a la silla eléctrica por matar a mucha
gente, escribió poco antes de su muerte: “Tengo bajo la ropa un corazón
fatigado, un corazón bueno: un corazón que a nadie haría daño”.
¿Sabemos
lo que ese hombre ha vivido? ¿Conocemos las manipulaciones y presiones a las
que estaba expuesto desde su infancia, su vacío interior, su aburrimiento? ¿Qué
ha provocado su desesperación y su odio? Hay una razón oculta por la que cada
persona piensa y procede como lo hace. Si descubrimos esa razón, tendremos la
llave de sus acciones, y quizá la de su personalidad.
En medio de un mundo lleno de
situaciones terribles, estamos llamados a descubrir la posibilidad de una
compasión. El gran escritor británico Graham Greene afirma: “Si conociéramos
las cosas hasta el fondo, tendríamos compasión hasta con las estrellas”.
No
me refiero, por supuesto, al ejercicio de la justicia pública; no se trata de
saldar un castigo. Hablo sencillamente de la actitud de una persona concreta
frente a otra, que se ha hecho culpable. En la vida diaria, no nos compete
condenar a otros, ni juzgar sobre sus intenciones. Cuando estos actos se
realizan “en la calle”, a menudo no están exentos de una gran dosis de morbo
farisaico. Además, inician un nuevo ciclo de violencia y de opresión. La única
liberación verdadera es aquella que toca el corazón y mueve a cambiarlo, con la
gracia de Dios.
Un
comentario mordaz o cínico no ayuda nada, sino que hunde al otro todavía más en
la miseria. En cambio, si éste nota un verdadero interés, una auténtica
preocupación por su persona y situación, puede ser que reaccione
favorablemente. La comprensión tiene un efecto sanante.
Es
preciso comprender que cada uno necesita más amor del que “merece”; cada uno es
más vulnerable de lo que parece. Y hasta la persona más violenta puede
arrepentirse de sus faltas, puede cambiar y crecer mientras viva. “No hay
pecador sin futuro, ni santo sin pasado”, dice la sabiduría popular.
Comprender
es tener la firme convicción de que cada persona, independientemente de todo el
mal que haya hecho, es un ser humano capaz de hacer el bien. Nadie está
totalmente corrompido; en cada uno brilla una luz. Al comprender, decimos a
alguien: “No, tú no eres así. ¡Sé quién eres! En realidad eres mucho mejor”.
Queremos todo el bien posible para el otro, su pleno desarrollo, su dicha
profunda, y nos esforzamos por quererlo desde el fondo del corazón, con gran
sinceridad.
Existen, realmente, estas
personas que saben dar cariño y esperanza a los demás. Su presencia engendra
una sensación de bienestar. Los otros saben que están en buenas manos, cuando
están con ellas; saben que son estimados y queridos, a pesar de todos sus
fallos. Pueden dejar sus cargas, descansar y descubrir valores que, quizá,
nunca hayan conocido.
II. SER CAPAZ PARA LA AMISTAD
Si
deseamos que otro se desprenda, realmente, del error, de la equivocación, de la
fealdad o de la maldad, y que se abra a nuevos conocimientos, es preciso entrar
en una relación amistosa con él. Se acepta un consejo cuando hay confianza. Se
sigue a un amigo y a nadie más.
La
amistad proporciona un nuevo brillo a nuestra existencia y hace más amable
nuestra vida. Goethe lo expresa de un modo poético: “Nuestro mundo parece muy
vacío —afirma—, si lo imaginamos sólo lleno de montañas, ríos y ciudades. Pero
sabemos que aquí o allá hay alguien que está en sintonía con nosotros, alguien
con quien seguimos viviendo, aunque sea en silencio. Esto, y solamente esto,
hace que la tierra sea un jardín habitable”.
Precisamente
ante la masificación y el anonimato, tan característicos de nuestra época,
necesitamos lugares cálidos, espacios en los que podamos sentirnos como en
casa. Donde hay amigos, surge la experiencia de la confianza, la experiencia
del hogar. Para muchos contemporáneos, la amistad es su hogar y su patria en
medio de una tierra sin patria y sin hogar.
Quien tiene amigos de otros
partidos políticos, otras profesiones, religiones y nacionalidades, es una
persona dichosa. Se le abre un mar sin orillas. Tratando y queriendo a la gente
más variada, se amplía su mente y se ensancha su corazón. Recibe mucho y
entrega mucho. Es quien mejor puede orientar a los que parecen estar en una
situación sin salida.
Por
supuesto, la amistad no se puede forzar. Es un don de lo alto. Pero podemos
capacitarnos para recibir este don.
1. Una condición imprescindible
Para
aventurarme en la vida del otro, debo estar en paz conmigo mismo. Debo llevarme
bien conmigo mismo y llegar a ser, de alguna manera, “mi propio amigo”.
Conozco
a una mujer que ha abortado varias veces y —después de un espectacular cambio
de mente— trabajaba agresivamente a favor de la vida. En una ocasión, ella me
confesó: “Francamente, me odio. Y odio a todas las mujeres que abortan. Si una
persona ha realizado este crimen, sólo le quedan dos caminos: luchar vehemente
en pro o en contra de la vida, para callar la voz de su conciencia”.
Sin
embargo, no defendemos la vida, en primer lugar, para solucionar problemas
personales, sino para ayudar a los demás. No podremos hacerlo con eficacia, si
no transmitimos nada más que nuestro caos interior, ahogando a los otros con nuestros
sentimientos amargos y nocivos. Huirán de nosotros para protegerse.
Si
no estoy a gusto conmigo mismo, no estoy a gusto en ningún lugar. Si no me he
encontrado a mí, no puedo realizar un verdadero encuentro con ninguna otra
persona. Si no estoy en armonía conmigo, no puedo sembrar paz a mi alrededor.
Cabe
también una tercera posibilidad para los que han experimentado el aborto:
pueden defender la vida serenamente, si han llegado a ser “su propio amigo”.
Pero, ¿cómo es posible esto? La amistad reclama una actitud de profunda
sinceridad. No se puede construir sobre una mentira. Así, para ser “mi amigo”,
necesito comportarme con rectitud interior. No debo reprimir las grandes
cuestiones que se plantean, con mayor o menor frecuencia, en mi interior. Tengo
que ordenar mi propia alma, dirigirla hacia el bien y buscar el sentido
completo de mi existencia.
Si una persona se ha
reconciliado con Dios y con ella misma, tiene la oportunidad de dar al mundo su
propio testimonio con especial convicción. Es una tarea hermosa, una ocasión
para desagraviar y, por supuesto, también es un tratamiento para curar las
propias heridas cada vez más hondamente.
Motivación del día
PIURA, 22 Sep. 14 (ACI)
.- Alrededor de 10 mil jóvenes participaron el sábado 20 de septiembre en la
Gran Peregrinación Jubilar al Santuario de Nuestra Señora de las Mercedes en
Paita, Piura, al norte de Perú, por la defensa de la vida desde la concepción y
para exigir la derogación del protocolo de aborto terapéutico en el país.
Acompañados del Arzobispo Metropolitano de Piura, Mons. José Antonio Eguren, y los sacerdotes de la arquidiócesis, los jóvenes peregrinaron bajo el lema “Juntos con La Mechita, los jóvenes defendemos la Vida”.
En su peregrinar, los jóvenes
repetían frases como “Madre, Virgen de las Mercedes, defiende a los Niños por
Nacer”, “Los jóvenes de Piura y Tumbes defendemos la vida”, “Vida Sí, Aborto
No”,
entre otras.
Al culminar la peregrinación, Mons. José Antonio Eguren presidió la Santa Misa en el Santuario de la Virgen de las Mercedes, la “Mechita”, y agradeció la presencia de los miles de jóvenes.
En su homilía, el Arzobispo de Piura y Presidente de la Comisión de Familia, Infancia y Defensa de la Vida de la Conferencia Episcopal Peruana alentó a los jóvenes a pedirle “a la Virgen María que te de su gran fe para que así como Ella, tú también seas dichoso; porque no hay mayor felicidad que creer en Jesús y creerle a Jesús”.
El Prelado aseguró que el Evangelio da testimonio de que “la vida es sagrada e inviolable desde la concepción hasta su fin natural, que desde el primer momento de la concepción ya hay una persona humana y que por tanto el aborto no se justifica en ningún caso y que es un crimen abominable”.
“Queridos jóvenes: pidamos con fe a La Mechita para que nos alcance de su Hijo la gracia de ver derogado en nuestro país el Protocolo de Aborto Terapéutico. Que nuestras autoridades comprendan que la paz que tanto anhelamos los paiteños, piuranos, tumbesinos y peruanos comienza desde el vientre materno”.
Mons. Eguren aseguró que “un país que defiende la vida es un país con futuro. Con la Beata Madre Teresa de Calcuta les digo: El país que acepta el aborto no está enseñando a su pueblo a amar sino a aplicar la violencia para conseguir lo que se quiere. Es por eso que el mayor destructor del amor y de la paz es el aborto. ¡Vida Sí, Aborto No!”.
Al concluir su homilía, el Arzobispo exhortó a los jóvenes “a apostar por el amor hermoso: Apuesten por la pureza, resistan y venzan las tentaciones de un mundo que quiere arrastrarlos hacia lo impuro. La pureza de mente, de vista y de cuerpo, preserva el corazón y su capacidad de amar auténticamente’”.
Como un gesto profundamente emotivo, Mons. Eguren hizo poner en las manos de la Virgen de las Mercedes una reproducción de un niño en el vientre de 12 semanas de gestación, confiándole la vida de todos los Niños por Nacer.
La guía de aborto terapéutico, un documento ambiguo aprobado por la ministra de Salud, Midori de Habich, a fines de junio de este año y celebrado por la esposa del presidente de Perú, Nadine Heredia, ha sido criticado tanto por la Iglesia como por destacados representantes de la comunidad médica peruana.
Desde 1924 y de acuerdo al Código Penal peruano, el aborto terapéutico es un delito “no punible”, es decir que no tiene pena de cárcel. Sin embargo, los promotores de esta práctica la han promovido falsamente como un derecho de la mujer y como una práctica “legal”.
El ginecólogo Jesús Bonilla, presidente de la Federación Médica Peruana, que representa a alrededor de 40 mil médicos del país, aseguró en julio de este año que el documento aprobado por el gobierno, a los profesionales de la salud, “no nos ayuda absolutamente para nada y no sirve para nada”.
El Dr. Bonilla advirtió además que el protocolo de aborto terapéutico, en su punto 11, permite que se presenten casos donde “podrían describirse casos de extrema gravedad, en las cuales no hay extrema gravedad”.
Oración del día
Oremos
para que todos los cristianos seamos valientes y coherentes en el anuncio del
Evangelio de la vida. Oremos también por la conversión de las personas que
promueven la cultura de la muerte.
ORACIÓN POR LA VIDA
Oh María, aurora del
mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a Ti confiamos la
causa de la vida:
mira Madre el número
inmenso de niños
a quienes se impide
nacer,
de pobres a quienes
se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres
víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y
enfermos muertos
a causa de la indiferencia
o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen
en tu hijo sepan anunciar
con firmeza y amor a
los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la
vida.
Alcánzales la gracia
de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de
celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de
testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto
con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la
verdad y del amor,
para alabanza y
gloria de Dios Creador
y amante de la vida.
Amén
Juan Pablo II
Encíclica: Evangelium Vitae
sobre el Valor y el Carácter Inviolable de la Vida Humana
ORACIÓN ECUMÉNICA
OH Señor, a Ti
confiamos la causa de la vida:
mira, Padre el número
inmenso de niños
a quienes se impide
nacer,
de pobres a quienes
se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres
víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y
enfermos muertos
a causa de la
indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen
en tu hijo sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de
nuestro tiempo el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia
de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de
celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de
testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto
con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la
verdad y del amor,
para alabanza y
gloria de tu Nombre.
Amén
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