40 días por la vida
Segunda jornada 2014
24 de septiembre al 2 de noviembre
“Una
de las características propias de los atentados actuales contra la vida humana
consiste en la tendencia a exigir su legitimación jurídica, como si fuesen
derechos que el Estado, al menos en ciertas condiciones, debe reconocer a los
ciudadanos y, por consiguiente, la tendencia a pretender su realización con la
asistencia segura y gratuita de médicos y agentes sanitarios”.
SAN JUAN PABLO II
Encíclica Evangelium vitae
Perú_CEPROFARENA - ceprofarena@gmail.com
Reflexión
Sobre la personalidad de un “Defensor de la vida - I
Conferencia
de la doctora Jutta Burggraf, pronunciada el 6 de noviembre de 2009 en el IV
Congreso Internacional Provida, celebrado en Zaragoza (España) -1
¿Cómo
ayudar a quienes parecen despreciar la vida? ¿Cómo orientar a las personas que,
frente a situaciones límite, han elegido una salida que supone una tragedia
porque han optado por el aborto o la eutanasia?
Recuerdo
a una escritora alemana, Karin Struck. Fuimos amigas en la última época de su
vida. Si ella no hubiera sufrido una muerte prematura (2006), seguramente
estaría hoy entre nosotros, en este gran Congreso por la vida.
Durante
muchos años, Karin fue una novelista famosa. En sus tiempos de universitaria,
militó en el partido comunista; después, propagó el amor libre y la
homosexualidad. Decidió vivir sola con sus cuatro hijos, sin marido ni novios.
Un
día abortó a su quinto hijo. Aunque no practicaba ninguna religión y vivía
ajena a los tradicionales códigos éticos, quedó profundamente asustada del acto
que había cometido. Con su sensibilidad de artista, expresó su angustia en un
libro titulado “Ich seh mein Kind im Traum” (“Veo a mi hijo en los sueños”,
1992).
A
raíz de la publicación de ese libro, su vida cambió radicalmente. Las grandes
editoriales le cerraron las puertas, y también las revistas importantes, la
radio y la televisión rechazaron sus colaboraciones habituales. Karin quedó completamente
marginada, eliminada de la mirada del gran público. Y tomó conciencia, cada vez
más profunda, del grado de enfermedad de nuestras sociedades.
Fue
una mujer radical y valiente. Cuando se dio cuenta de que estaba financiando
—indirectamente— miles de abortos, por el mero hecho de pagar la seguridad
social, se dio de baja en ella, junto con sus cuatro hijos. Pero pocas semanas
más tarde, tuvo un accidente gravísimo con su hijo pequeño en el coche: tanto
ella como el niño quedaron en coma, precisaban de varias intervenciones
quirúrgicas y de largos períodos en el hospital. Desde el punto de vista de su
situación económica, esto significaba que Karin había caído en la indigencia.
Sin
embargo, ella no estaba sola. Los grupos pro vida —de Alemania, Suiza y
Austria— y muchas personas singulares que la habían conocido a través de su
libro contra el aborto formaron una red de ayuda para Karin. Le socorrieron
tanto material, como espiritualmente; le dieron fuerza para replantear su vida
desde los cimientos, y ánimo para salir adelante. En una de sus últimas cartas,
Karin me contó: “Ahora limpio las casas de otras familias y, en algún momento,
espero terminar mis estudios. Ya no soy famosa, ni quiero serlo. Por fin, estoy
en paz”.
Me
gustaría que mirásemos juntos a estas personas que ayudaron a Karin. Le dieron
la ayuda económica, tan necesaria en una situación precaria. Pero le regalaron
mucho más: le transmitieron una nueva alegría, una nueva esperanza en su
situación dolorosa. Se puede decir que despertaban y defendían su vida de un
modo integral.
En lo que sigue, no me
refiero, por tanto, a lo que digan los “defensores de la vida” —que somos todos
nosotros— a los grupos de presión o a algunos políticos. Tampoco me refiero a
los panfletos que escriben, ni a las manifestaciones que organizan. Sólo quiero
reflexionar con ustedes sobre nuestro comportamiento diario frente a personas
concretas “del otro bando”: personas que han abortado o quieren hacerlo, que
han pedido la eutanasia o quieren hacerlo.
Algunos
de los “defensores” están organizados en asociaciones, otros no.
Ordinariamente, no hace falta pertenecer a un grupo para defender la vida,
aunque muchas veces sea oportuno. Sin embargo, no debemos olvidar que la
potencia de un grupo depende de la personalidad de cada uno de sus miembros.
Por eso, es tan importante empezar por nosotros mismos, si queremos defender la
vida con eficacia.
I. ALGUNAS ACTITUDES CONVENIENTES
Todos
somos muy distintos los unos de los otros, y también las circunstancias en las que
nos encontramos. Es bueno, además, que las diferentes personas tengamos
diferentes maneras de actuar. Sin embargo, podemos destacar algunos rasgos
comunes que, de un modo u otro, debería desarrollar cada “defensor”.
1. Fortaleza
Hace
falta una buena dosis de valentía y de fortaleza para trabajar a favor de la
vida en nuestra era de las dictaduras ocultas o manifiestas. Les voy a contar
unos hechos que lo muestran con toda claridad.
Cuando
cayó el Muro de Berlín, Alemania Oriental fue, de repente, un Estado libre, en
el que regían nuevas leyes. Entonces, se abrieron los archivos de la policía
secreta, y se descubrieron —entre miles de otros asuntos vergonzosos— algunos
hechos especialmente considerables, que apenas fueron dados a conocer a los
ciudadanos. La policía secreta de la Alemania comunista había estado muy
pendiente de la destrucción de la moral pública y privada en Alemania
Occidental. Empleó métodos muy precisos para frenar la defensa de la dignidad
humana, del matrimonio y de la familia. Así, por ejemplo, cada vez que alguien
se pronunciaba a favor de la vida —en la televisión, en la radio o en algún
periódico—, recibía severas críticas en casi todos los medios. Era llamado
“fascista”, intolerante y arrogante; fue despreciado, ridiculizado y —finalmente—
callado. Muchas de las críticas llegaron con un nombre falso de Alemania
comunista.
Si
estamos dispuestos a trabajar a favor de la vida, necesitamos un corazón libre
y fuerte. Tenemos que llegar a ser cada vez más independientes de los juicios
de los otros. Un auténtico “defensor” acepta serenamente ser tomado por loco.
En realidad, es más sano que una persona considerada “normal” en razón de su
buena adaptación en nuestra sociedad, porque no renuncia a su capacidad de
pensar por cuenta propia, ni a su espontaneidad; sigue, a pesar de los
obstáculos, su propia luz interior, y se opone a todo lo que empequeñece al
hombre, le masifica o cosifica, le manipula y engaña.
Antes
de la despenalización de la eutanasia en los Países Bajos (1-IV-2002), ya era
costumbre, en muchos hospitales,“hacer desaparecer” a los enfermos terminales
clandestinamente, cuando a alguien le parecía oportuno. En esos tiempos, la
madre de Piet, un conocido mío, estaba muriendo de una enfermedad dolorosa. En
sus últimos días sufría enormemente y, estando toda la familia reunida en su
habitación, el médico jefe entró, miró a la gente, llamó a Piet y le dijo en el
pasillo: “Mira, yo daría ahora una inyección a tu madre, para provocarle una
buena muerte. Pero sé que tú tienes otras convicciones. Por eso, necesito tu
consentimiento; no quiero tener líos”. Piet no dio el permiso, y el médico no
pudo aplicar la eutanasia. La madre sufrió una larga agonía. “Fue traumático
—me comentó Piet después—. Ves morir a tu madre y no puedes ayudarla. Y, por
encima de eso, toda la familia te echa la culpa por sus sufrimientos, y te
reprocha la dureza de tu corazón”.
Realmente,
hay situaciones sumamente duras. Existe el peligro de tambalearse, y es posible
que caigamos, si no tenemos convicciones fuertes, muy personalizadas y
arraigadas en una visión completa de la existencia.
2. Humildad
El
“defensor de la vida” está dispuesto a oponerse —contra viento y marea— al mal
en nuestro mundo. Por esta causa, vale la pena perder el prestigio social y gastar
hasta las últimas energías.
Sin
embargo, tenemos que reconocer que todos somos débiles y podemos cansarnos.
Todos participamos en el mal. Durante la II Guerra Mundial, el escritor
trapense Thomas Merton afirmó con contrición, desde América: “Que cada uno
reconozca su propia gran culpa, ya que todos somos, de algún modo, culpables de
esta guerra… Nosotros somos un árbol del cual Hitler es uno de sus frutos, y
todos le alimentamos”.
Según
uno de sus biógrafos, Merton sabía muy bien “que el pecado, el mal y la
violencia que veía en el mundo, era el mismo pecado, el mismo mal y la misma
violencia que había descubierto en su propio corazón… La impureza del mundo era
un espejo de la impureza en su propio interior”. En la soledad y en el
silencio, Merton tomó conciencia de que en él vivía la humanidad entera, con
toda su miseria, pero también con su anhelo de amor: encontró el mundo en su
propio territorio.
Estas experiencias nos
invitan a mirar hondamente la condición humana, y a hacer menos radicales nuestros
juicios sobre situaciones complejas. No hay sólo dos colores, el blanco y el
negro: el mundo no está lleno de pecadores, por una parte, y de mártires que
mueren cantando, por otra.
Este
hecho lo ilustró Juan Pablo II en su visita al campo de concentración, en
Auschwitz. Cuando el papa entró en ese lugar de espanto, donde habían muerto
muchos de sus amigos y compañeros de la infancia, no dio ningún sermón, ninguna
amonestación. Comenzó a rezar la oración del “Yo confieso” pidiendo perdón a
Dios por sus propios pecados.
Todos
estamos profunda y personalmente involucrados en los acontecimientos de nuestro
mundo. Si aceptamos humildemente este hecho y miramos al centro más íntimo de
nuestro ser, podemos mejorar, al menos, una pequeña porción de la sociedad, de
la que formamos parte. Y entonces podemos ver, con ojos más limpios, que,
aparte de todos los errores, hay mucho bueno y bello en los demás.
Se
cuenta que el general Robert Lee habló, en alguna reunión, en los términos más
elogiosos sobre algún oficial bajo su mando. Otro militar que estaba presente
quedó atónito: “General —le dijo— ¿no sabe que el hombre del que habla con
tanta admiración es uno de sus peores enemigos, que no pierde ocasión de
denigrarle?” “Sí —respondió el general Lee—. Pero me pidieron mi opinión de él,
no la opinión que él tiene de mí”.
Sólo
cuando luchamos por ser sinceramente humildes, existe la posibilidad de que
otra persona nos abra su corazón. A veces conviene hablar primero de nuestras
propias faltas, de los propios errores. El sabio chino Laotse dijo hace 25
siglos: “La razón por la cual los ríos y los mares reciben el homenaje de cien
torrentes de la montaña es que se mantienen por debajo de ellos. Así son
capaces de reinar sobre todos los torrentes de la montaña”. De modo parecido
tendría que actuar quien quiere transmitir una verdad: debe colocarse debajo de
los hombres. Así, los otros no sienten su peso, y no toman sus palabras como
insulto.
Aparte
de ello, cada hombre es, realmente, superior a nosotros en varios aspectos. En
este sentido, podemos aprender de todos.
Motivación del día
III Encuentro
de la Red Latinoamericana de Sacerdotes y Seminaristas por la Vida (REDESSVIDA)
“Yo he venido para que tengan vida y la tengan en
abundancia”
Juan, 10, 10
DECLARACIÓN
DE GUADALAJARA, POR LA VIDA Y LA FAMILIA
Los sacerdotes y seminaristas participantes del III
Encuentro de la Red Latinoamericana de Sacerdotes y Seminaristas por la Vida,
reunidos en el evento organizado por HUMAN LIFE INTERNATIONAL, REDESSVIDA,
ADAVIDA, y con el respaldo de LA ARQUIDIÓCESIS DE GUADALAJARA, con la participación
de Delegaciones de México, Guatemala, Argentina, Perú, España, Bolivia,
Nicaragua, Ecuador, Estados Unidos, Panamá y en las Instalaciones de la
Universidad del Valle de Atemajac; del 8 al 10 de octubre de 2014, hemos
constatado que en toda América Latina está desplegada la “cultura de la
muerte”, imponiendo políticas y leyes contra el ser humano en su dimensión
personal a través de: el aborto, eutanasia, eugenesia, homosexualidad,
ideología de género concretada hacia falsos derechos; y su dimensión social, a
través de: el ataque contra el matrimonio natural, la esterilización voluntaria
y forzada, la contracepción, la fecundación In vitro y la manipulación
embrionaria.
Reunidos para el estudio de la realidad de la Vida
y la Familia bajo sus aspectos biológicos, espirituales y sociales,
reconociendo a la persona como un don de Dios y, por lo tanto, de la verdadera
dignidad de la persona humana desde su concepción hasta su muerte natural, y
movidos por la alegría del Evangelio y la urgencia de establecer la Cultura de
la Vida:
Denunciamos la imposición de leyes inicuas por
parte de los organismos del gobierno y de las instituciones oficiales y
privadas, que están llamadas a defender la vida y la familia, pervirtiendo así
su misión fundamental.
Por lo que, bajo el sustento filosófico, teológico,
doctrinal, y científico, a la luz de la Revelación, en presencia de Nuestro
Señor Jesucristo y la Santísima Virgen de Guadalupe, Emperatriz de las
Américas, llegamos a las siguientes conclusiones:
Reafirmamos:
1. La necesidad de la oración y la presencia pastoral activa y valiente
para la defensa de la de la vida, la dignidad personal y la familia.
2. Que la Pastoral de la Vida y la Familia constituyen un pilar fundamental
sobre el que se desarrollan todas las demás pastorales.
3. La necesidad de que en los Seminarios y Centros de Formación Sacerdotal
exista un estudio con enfoque actual de temas referentes a la vida, la
dignidad, al matrimonio y la familia según el plan de Dios y la enseñanza de la
Iglesia y que responda a los nuevos retos y paradigmas que genera la cultura de
la muerte.
4. La dignidad de la persona humana en su naturaleza sexuada diferenciada,
complementándose, el varón y la mujer con el papel fundamental de cada uno en
el seno de la familia y la sociedad, desde su natural femineidad y masculinidad
y su vocación a la maternidad y paternidad.
5. El apoyo y acompañamiento a las estrategias de los grupos y
organizaciones Pro-vida y Familia para confrontar y revertir el daño provocado
por la cultura de la muerte.
6. El Derecho de los hijos a ser concebidos, nacer y desarrollarse en
una familia natural.
7. Coordinar con la Conferencia del Episcopado de Guatemala la posibilidad
de concretar la Celebración del IV Encuentro Latinoamericano de Sacerdotes y
Seminaristas por la Vida, para el año 2016 en su país.
Dado en la ciudad de Guadalajara, Jalisco. México,
el 10 de octubre de 2014.
P. Shenan
Boquet
Presidente de
Human Life International.
Oración del día
Oremos para que a todos los que
participamos en esta campaña por la vida el Señor nos conceda perseverar y se
fieles en nuestro compromiso de defender la vida, la familia y los valores
cristianos.
ORACIÓN POR LA VIDA
Oh María, aurora del
mundo nuevo,
Madre de los
vivientes,
a Ti confiamos la
causa de la vida:
mira Madre el número
inmenso de niños
a quienes se impide
nacer,
de pobres a quienes
se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres
víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y
enfermos muertos
a causa de la
indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen
en tu hijo sepan anunciar
con firmeza y amor a
los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la
vida.
Alcánzales la gracia
de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de
celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de
testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto
con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la
verdad y del amor,
para alabanza y
gloria de Dios Creador
y amante de la vida.
Amén
Juan Pablo II
Encíclica: Evangelium Vitae
sobre el Valor y el Carácter Inviolable de la Vida Humana
ORACIÓN ECUMÉNICA
OH Señor, a Ti
confiamos la causa de la vida:
mira, Padre el número
inmenso de niños
a quienes se impide
nacer,
de pobres a quienes
se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres
víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y
enfermos muertos
a causa de la
indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen
en tu hijo sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de
nuestro tiempo el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia
de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de
celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de
testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto
con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la
verdad y del amor,
para alabanza y
gloria de tu Nombre.
Amén
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