Cuarenta días por la Vida
26 de Setiembre al 4 de Noviembre 2012
Día 28 – 23/10/2012
“Me basta ver rezar a mi padre
para comprender como oran los santos.”
SANTA TERESITA DE
LISIEUX
Reflexión
Queremos acompañar a Cristo en su
oración angustiada por nuestros pecados y los de todos nuestros hermanos que
viven inmersos en la cultura de la muerte.
Oración
del día
Oremos por todas las mujeres que
están sufriendo el trauma del aborto en sus vidas. Para que encuentren el
perdón y la paz.
Motivación
del día
Remontémonos unos dos mil años atrás en el tiempo y detengamos nuestra
mente en el preciso instante de la concepción de Nuestro Señor Jesucristo…aquel
sublime instante de su encarnación, por obra y gracia del Espíritu Santo, en el
purísimo vientre de Nuestra Madre Santísima -misterio insondable que marcó un
hito en la historia de nuestra Redención.
Aquel prodigio obrado por Dios unos dos mil años atrás arroja luz sobre
otro prodigio del poder de Dios y de su amor, la creación de todos y cada uno
de los seres humanos, dotados de un alma inmortal y destinados a un mismo fin:
conocer, amar y servir a Dios, para finalmente compartir su gloria por toda la
eternidad.
Si todos los grupos que actúan en defensa de la vida y todos los
pastores que cuidan con esmero las almas a ellos confiadas están de acuerdo en
la absoluta sacralidad de toda vida desde el mismísimo instante de su
concepción… ¿por qué entonces no desplegamos el mismo esfuerzo que ponemos en
denunciar los abortos quirúrgicos en denunciar los abortos químicos? ¿Por qué
luchamos contra la legalización del aborto quirúrgico y cerramos los ojos al
hecho de que en la práctica el aborto químico ya ha sido legalizado y destruye
la vida de muchos más seres humanos? ¿Cuál es la diferencia entre un hombre
creado por Dios a su imagen y semejanza, poseedor de un alma inmortal,
destinado a recibir de Dios un cuerpo glorificado que se unirá a aquella alma
inmortal en aquel Día que habrá de llegar –el de la resurrección de la carne-
por el hecho de tener un segundo, dos segundos, tres minutos, siete días o dos
meses de concebido? Ciertamente para
Dios no existe diferencia alguna, pues Él ama a todos los seres humanos por
igual desde el mismo instante en que los crea.
Si pudiésemos ver bajo los potentes lentes de los microscopios con que
hoy cuenta la ciencia aquel prodigioso instante en que Jesús se hizo hombre por
nosotros, aquel instante de su encarnación, con los ojos de la carne veríamos
el mismo microscópico embrioncito que todos fuimos en el momento en que comenzó
nuestra existencia.
Visualicemos aquel instante y luego tratemos de imaginar cuántos de
estos embrioncitos han sido destruidos desde los años sesenta, cuando Satanás
logró inspirar el invento más diabólico y más desafiante a la voluntad de Dios
y su acción creadora, que habría de ser usado masivamente en sus diversas
formas y acogido por el propio pueblo cristiano: la “anticoncepción”.
Sí, invento usado por el propio pueblo que dice amar a Dios y que
asiste a la Santa Misa todos los días domingo.
Aquellos pastores que dicen cuidar de las almas pero que callan en todos
los idiomas cuando se trata de condenar este silencioso filicidio que destruye
tantas vidas creadas por Dios y pone en riesgo la salvación de las almas de
tantas madres; que dan largas homilías todos los domingos del año, sin advertir
ni una sola vez sobre este gravísimo pecado contra Dios que saben muy bien ha
tomado posesión del rebaño a ellos encomendado.
Esto no habría de extrañarnos.
Hace años un buen pastor, un
heroico Papa, nos escribió a todos los fieles y al clero una carta
advirtiéndonos de las trágicas consecuencias del uso de los “anticonceptivos”
por los matrimonios católicos: negación
del gravísimo deber de transmitir la vida humana, separando dos aspectos
inseparables, unión y procreación; infidelidad conyugal; pérdida del respeto a
la mujer al extremo de considerarla como simple instrumento de placer;
degradación general de la moralidad;
imposición de estos métodos por los gobiernos; etc. Esta carta encíclica que habría de ser
profética -la Humanae Vitae de Pablo VI- fue rechazada por gran parte de los
fieles y hasta por una parte del propio clero, ciegos a lo que habría de venir,
tan sabiamente vislumbrado por el sucesor de Pedro.
Aún así, lejos estaban de imaginar que los avances de la ciencia –tan
frecuentemente mal aplicada- llevaría a millares de ejecuciones de seres
humanos a través de la manipulación genética, en particular los métodos de
“fertilización asistida”; menos aún, a la larga lista de aberraciones morales
que habrían de cometerse a través de esta manipulación.
El desconcertante silencio que desde los púlpitos siguió a través de los
años y hasta el día de hoy tuvo como consecuencia que la mayoría de católicos
dieran por sentado que la Iglesia daba su tácita aprobación al uso de estos
fármacos y dispositivos letales. Nada
más fatal y equivocado.
Las consecuencias de desafiar la orden que Dios dio a la primera pareja
que por amor creó y unió -creced y multiplicaos- no pudieron ser
más nefastas para la humanidad: un mundo enfrentado a Dios Padre y que
–literal y silenciosamente- se
ahoga en verdaderos océanos de sangre de los seres más indefensos e inocentes. Y es que la respuesta inspirada por la
serpiente fue tajante: TU VOLUNTAD CREADORA NO ESTARÁ POR
ENCIMA DE MI VOLUNTAD. NO
CONCEBIRÉ. NO CREARÁS. Y SI CREAS… YO DESTRUIRÉ.
Pero el que queramos ignorar ahora las escalofriantes cifras de este
holocausto no quiere decir que las habremos de ignorar siempre. Llegará ese Día decretado por Dios desde toda
la eternidad, el Día del Juicio Final, en que toda obra del mal será expuesta a
la vista de todos.* Ese día lo sabremos.
Y todo el pueblo de Dios, todo cristiano bautizado, sabrá qué parte le
correspondió jugar en este macabro holocausto de incontables millones de seres
humanos muertos a través de la mal e irónicamente llamada
“anticoncepción”: si como esposas
tomaron parte activa en la matanza tomando la “píldora de cada día”, usando
parches, inyecciones o cualquier otro dispositivo subcutáneo o intrauterino,
dando muerte a no sabemos cuántos hijos en sus primeros instantes o días de
vida; si como hombres exigieron o no se opusieron a que sus esposas los usaran;
si como médicos los prescribieron; si como autoridades, no hicieron lo
necesario para impedir la matanza; si como sacerdotes, especialmente encargados
del pastoreo de las almas, se callaron por ignorancia culpable o por temor al
rechazo. Cualquiera que sea el motivo,
este estará frente al Tribunal de Dios y frente a toda la humanidad, desde Adán
y Eva hasta el último de los hombres creados por Dios.
Sí, este holocausto silencioso y silenciado por todos, pastores y
rebaño, en una especie de complicidad tácita, verá la luz en aquel día tremendo
del Juicio Universal. Los millones de
millones de víctimas ignoradas por todos, no serán ignorados por Dios y
recibirán sus cuerpos glorificados. En
aquel momento, ya no podremos ignorar su existencia, pues los responsables de
su muerte, directa o indirectamente, por acción u omisión, serán
señalados. Esa justicia de Dios nos está
prometida. Que no nos toque estar en el
lado de los que ignoraron su existencia.
Por lo tanto, sin importar qué tan difícil o imposible se vea la lucha
contra esta creación demoníaca que ha arraigado de tal manera en el pueblo
cristiano, debemos intentarlo. Esos
esfuerzos no quedarán sin recompensa por parte de Dios y estarán a la vista de
todos cuando llegue ese gran día.
* Cat. 1039 “Frente a Cristo, que es la
Verdad, será puesta al desnudo definitivamente la verdad de la relación de cada
hombre con Dios (cf. Jn 12,
49). El Juicio final revelará hasta sus últimas consecuencias lo que cada uno
haya hecho de bien o haya dejado de hacer durante su vida terrena.”
P.D.: Únicamente
si por serios motivos los cónyuges necesitan espaciar los
nacimientos, es lícito para éstos recurrir a los períodos infecundos haciendo
uso de los métodos naturales (Humanae Vitae 16) como el Método Billings, que
tiene una altísima eficacia, con más de 98% de efectividad, mucho más que
cualquier método artificial.
ORACIÓN ECUMÉNICA
OH
Señor, a Ti confiamos la causa de la vida:
mira,
Padre el número inmenso de niños
a
quienes se impide nacer,
de
pobres a quienes se hace difícil vivir,
de
hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,
de
ancianos y enfermos muertos
a
causa de la indiferencia o de una presunta piedad.
Haz
que quienes creen en tu hijo sepan anunciar con firmeza y amor
a
los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida.
Alcánzales
la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la
alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la
valentía de testimoniarlo con solícita constancia,
para
construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,
la
civilización de la verdad y del amor,
para
alabanza y gloria de tu Nombre.
Amén
ORACIÓN POR LA VIDA
Oh María, aurora
del mundo nuevo,
Madre de los
vivientes,
a Ti confiamos
la causa de la vida:
mira Madre el
número inmenso de niños
a quienes se
impide nacer,
de pobres a
quienes se hace difícil vivir,
de hombres y
mujeres víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y
enfermos muertos
a causa de la
indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes
creen en tu hijo sepan anunciar
con firmeza y
amor a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de
la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de
celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de
testimoniarlo con solícita constancia,
para construir,
junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización
de la verdad y del amor,
para alabanza y
gloria de Dios Creador
y amante de la
vida.
Amén
Juan Pablo II
Encíclica:
Evangelium Vitae sobre el Valor y el Carácter Inviolable de la Vida Humana
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