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domingo, 27 de septiembre de 2009

PARA EL PUEBLO, PRESERVATIVOS.


En algunas ocasiones he publicado que los intereses ocupan las prioridades sobre los derechos humanos. No hace falta hacer énfasis en esta afirmación para observar que la realidad se encarga de reafirmarla contundentemente y sin lugar a la menor duda. La dura realidad que estamos viviendo en los infanticidios de siete u ocho meses de gestación, admitidos legalmente por el Gobierno nos describen que priman los intereses al derecho a la vida.

Como en la película "El tercer hombre", uno es capaz de todo, incluso arriesgando vidas, si mira a los hombres, "desde lejos" hasta que no sean más que puntitos que se pierden en la inmensidad del espacio. Es la constatación del hecho cosa u objeto ante la realidad de persona con dignidad de hijo de DIOS. Es la perdida del valor moral ante la materialidad del valor objeto, propio del más puro mercantilismo servil.

Y eso se traduce en lo práctico: comercio de valores cosificados cuyo interés está medido en su utilidad o eficacia productiva. Es la nueva forma de la esclavitud humana, antes con cadenas visibles y sometidos a una vida perra, pero hoy, con cadenas invisibles, pero mucho más fuertes, que manipulan, se apoderan de la voluntad y te dirigen a gusto y como quieren.

Tomado de Alfa y Omega describo a continuación dos hechos que sitúan lo reflexionado anteriormente. En un país de Iberoamérica, una ginecóloga, premiada como la mejor médico del país por el Gobierno, ha dedicado parte de su vida a impartir un programa de educación afectiva y sexual a adolescente y jóvenes.

Consiste en darles a conocer con detalle suficiente el funcionamiento del cuerpo humano en relación con la sexualidad y con el afecto. Con detenimiento y cariño, por ejemplo, se acompaña a las muchachas a conocer sus ciclos, y a todos a descubrir la belleza de la sexualidad, a reconocer el misterio que somos y lo bien que DIOS nos ha hecho.


Nuestra médico estaba impartiendo su programa en un colegio privado al que asistían las hijas del ministro de Educación. Un día coincidieron el ministro y la médico. Él la vio y se acercó para felicitarla: "¡No se puede hacer idea de lo contentas que están mis hijas! ¡Vienen a casa y no paran de hablar de lo bonito que es su programa y del bien que les hace!


El ministro siguió así un rato, hasta que la médico le dijo: "¿Qué le parece si se permitiese que, en los colegios públicos donde los padres lo pidieran, pudiéramos dar el mismo programa?"- "¡Ah!, ¡Eso no doctora! A unos pocos se les puede educar, pero al pueblo hay que darle preservativos".
Sin comentarios

La segunda historia ocurre a una médico norteamericana. que trabajaba en Ghana, en un centro de Atención Primaria. Había estado en la Conferencia Internacional de El Cairo sobre la Población y el Desarrollo, en 1994, y, de retorno, pasó por España. En el centro donde ella trabajaba, en una zona sumamente deprimida morían todos los días niños deshidratados a causa de una simple colitis, por falta de suero fisiológico, y por la ignorancia de las madres.

Sin embargo, el centro estaba literalmente lleno de cajas de preservativos que ciertas compañías americanas y europeas les enviaban gratis, porque ocupaban un espacio que no tenían, y que necesitaban para cosas más urgentes y más graves.

¿A quien beneficia? ¿Quién paga el anuncio? ¿Qué visión del ser humano y de la vida, y de las distintas clases de seres humanos, y de vidas humanas, se esconden detrás de estas historias? ¿Qué poderes y qué industrias se benefician de la despoblación de África, y piensan en los futuros beneficios de sus inmensas riquezas y reservas naturales?


Sin duda, los mismos que degradan nuestra propia humanidad y la dignidad de nuestro pensamiento cuando deciden promover la banalización absoluta del uso del cuerpo humano y del sexo. Son los mismos que deciden que el matrimonio no es un bien que necesita ser protegido. Los mismos que han decidido que a cualquier cosa se le puede llamar matrimonio, haciendo burla de los millones de personas de las que viven, porque pagan sus impuestos, aunque ninguna haya nacido de esas uniones.

Los mismos que deciden que matar a un ser humano, siempre que no haya nacido (vive y se desarrolla en el seno de su madre, ¡ha nacido ya!) y no tenga voz, es legítimo, con tal de que le convenga a alguno de los adultos implicados. Los mismos que están a punto de decidir una salida igualmente digna y honrosa a favor de quienes han dejado ya de producir, para que no sean una carga para la Seguridad Social. Los mismos que piden mil controles para obtener un antibiótico, pero dan a menores, sin que sus padres lo sepan, una píldora abortiva cuyas consecuencias, absolutamente conocida en caso de abuso, no se quieren decir.

Son los mismos que silencia el dato, perfectamente constatado, de que el uso masivo de los preservativos no ha detenido el sida en África, sino que lo ha propagado. Y se silencia el número de suicidios que se producen entre las mujeres que han abortado. Y se silencia la amargura infinita y el dolor en que viven la inmensa mayoría de las que se han creído que eso era un derecho, y no saben que sería mucho mejor que fuese un pecado.

Porque los pecados, todos los pecados, hay QUIEN los perdona, y QUIEN nos ama y nos abraza y nos cura. Y se silencia que, según estadísticas oficiales, en Andalucía, la primera causa de muerte entre los adolescentes y jóvenes es el suicidio. Y como se silencia, nadie se pregunta por qué. No hace falta preguntarse, porque es obvio que vivimos en el País de las maravillas. Y estamos lanzados hacia el progreso, a tanta velocidad, que ya no podemos saber si vamos hacia el progreso o hacia el abismo.

Y termino dirigiendo mi mirada a la escena de aquella película, "El tercer hombre" en la que Joseph Cotten y Orson Wells mantienen una conversación en la noria. En aquella Viena destruida por la Segunda Guerra Mundial, Orson Wells vendía de estraperlo penicilina adulterada, con terribles consecuencias para quienes la usaban. Lo importante es mirar a los hombres de lejos, como desde lo alto de la noria, hasta que no sean más que puntitos... "Si te ofrecen 20 dolares por cada uno de estos puntitos que dejara de moverse, ¿cuántos crees que se resistirían?"

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