40 días por la vida
24 de septiembre al 2 de noviembre
“Cuando
la existencia terrena llega a su fin, de nuevo la caridad encuentra los medios
más oportunos para que los ancianos, especialmente si no son autosuficientes, y
los llamados enfermos terminales puedan gozar de una asistencia verdaderamente
humana y recibir cuidados adecuados a sus exigencias, en particular a su
angustia y soledad. En estos casos es insustituible el papel de las familias;
pero pueden encontrar gran ayuda en las estructuras sociales de asistencia y,
si es necesario, recurriendo a los cuidados paliativos, utilizando los
adecuados servicios sanitarios y sociales, presentes tanto en los centros de
hospitalización y tratamiento públicos como a domicilio”.
SAN JUAN PABLO II .Encíclica Evangelium
vitae 88.
Bolivia_Padre Miguel Manzanera - manzaner@ucbcba.edu.bo
Reflexión
JOB MALDICE EL DÍA EN
QUE NACIÓ (Job 3, 1ss.)
Después de esto abrió
Job su boca, y maldijo su día.
Y exclamó Job, y dijo:
Perezca el día en que yo nací,
Y la noche en que se dijo: Varón es concebido.
Sea aquel día sombrío,
Y no cuide de él Dios desde arriba,
Ni claridad sobre él resplandezca.
Aféenlo tinieblas y sombra de muerte;
Repose sobre él nublado
Que lo haga horrible como día caliginoso.
Ocupe aquella noche la oscuridad;
No sea contada entre los días del año,
Ni venga en el número de los meses.
¡Oh, que fuera aquella noche solitaria,
Que no viniera canción alguna en ella!
Maldíganla los que maldicen el día,
Los que se aprestan para despertar a Leviatán.
Oscurézcanse las estrellas de su alba;
Espere la luz, y no venga,
Ni vea los párpados de la mañana;
Por cuanto no cerró las puertas del vientre donde yo estaba,
Ni escondió de mis ojos la miseria.
¿Por qué no morí yo en la matriz,
O expiré al salir del vientre?
¿Por qué me recibieron dos rodillas?
¿Y a qué los pechos para que mamase?
Pues ahora estaría yo muerto, y reposaría;
Dormiría, y entonces tendría descanso,…
Y exclamó Job, y dijo:
Perezca el día en que yo nací,
Y la noche en que se dijo: Varón es concebido.
Sea aquel día sombrío,
Y no cuide de él Dios desde arriba,
Ni claridad sobre él resplandezca.
Aféenlo tinieblas y sombra de muerte;
Repose sobre él nublado
Que lo haga horrible como día caliginoso.
Ocupe aquella noche la oscuridad;
No sea contada entre los días del año,
Ni venga en el número de los meses.
¡Oh, que fuera aquella noche solitaria,
Que no viniera canción alguna en ella!
Maldíganla los que maldicen el día,
Los que se aprestan para despertar a Leviatán.
Oscurézcanse las estrellas de su alba;
Espere la luz, y no venga,
Ni vea los párpados de la mañana;
Por cuanto no cerró las puertas del vientre donde yo estaba,
Ni escondió de mis ojos la miseria.
¿Por qué no morí yo en la matriz,
O expiré al salir del vientre?
¿Por qué me recibieron dos rodillas?
¿Y a qué los pechos para que mamase?
Pues ahora estaría yo muerto, y reposaría;
Dormiría, y entonces tendría descanso,…
Motivación del día
Al
leer esta impresionante lamentación de Job parecería que estamos escuchando a
un enfermo terminal, aquejado de dolores insufribles, que reclama que le
apliquen la eutanasia. Ante tanto sufrimiento solamente sueña en la muerte como
descanso. Esta desesperación de Job es aún mayor porque piensa que Dios ya no
le escucha y le ha abandonado.
Hoy
en día también muchas personas enfermas o en estado terminal se sienten
identificadas con Job e incluso solicitan la eutanasia como el modo de terminar
con el sufrimiento insufrible.
La
Iglesia, madre de los que sufren, quiere responder a esos gritos de
desesperación atendiendo a esas personas enfermas, especialmente a las carentes
de recursos, facilitándoles medicamentos o tratamientos curativos o al menos
paliativos. Incluso en casos extremos admite la sedación terminal, siempre y
cuando no haya otra posibilidad para aliviar el dolor.
Por
eso rechaza la propaganda a favor de la eutanasia o del suicidio asistido, cuya
práctica lamentablemente está creciendo en diversos países, entre ellos Suiza,
donde se practica el llamado “turismo de la muerte”.
Siguiendo
el ejemplo y el mandato de Jesús y bajo la protección de la Virgen María, la
Iglesia fomenta la pastoral de la salud por medio de sacerdotes, personas
consagradas y también laicas. Particularmente debemos atender a nuestros
parientes y a las personas pobres. Hay que procurar que nadie muera sin el
calor familiar, sin los cuidados mínimos y sin prepararse para el encuentro
definitivo con Dios. Para esto es importante facilitar la compañía espiritual
junto con la recepción de los santos sacramentos de la confesión, comunión y
unción de los enfermo para reavivar la esperanza en el Dios misericordioso.
Oración del día
Señor Jesús te presentamos a nuestros enfermos a los que
cuidamos tal como tú nos indicaste y nos mostraste durante tu vida mortal.
Dales tu Espíritu de Santidad para que se incremente la fe, la esperanza y la
caridad. Haz que se unan con sus sufrimientos a tu sacrificio de la cruz y sean
Corredentores con la Virgen Dolorosa y con la Santa Iglesia. De esta manera serán acogidos para siempre en
tu Santo Reino, donde esperamos también nosotros reunirnos un día para gloria
de Dios Padre. Amén
ORACIÓN POR LA VIDA
Oh María, aurora del
mundo nuevo,
Madre de los
vivientes,
a Ti confiamos la
causa de la vida:
mira Madre el número
inmenso de niños
a quienes se impide
nacer,
de pobres a quienes
se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres
víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y
enfermos muertos
a causa de la
indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen
en tu hijo sepan anunciar
con firmeza y amor a
los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la
vida.
Alcánzales la gracia
de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de
celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de
testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto
con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la
verdad y del amor,
para alabanza y
gloria de Dios Creador
y amante de la vida.
Amén
Juan Pablo II: Encíclica:
Evangelium Vitae sobre el Valor y el Carácter Inviolable de la Vida Humana
ORACIÓN ECUMÉNICA
OH Señor, a Ti
confiamos la causa de la vida:
mira, Padre el número
inmenso de niños
a quienes se impide
nacer,
de pobres a quienes
se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres
víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y
enfermos muertos
a causa de la
indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen
en tu hijo sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de
nuestro tiempo el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia
de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de
celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de
testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto
con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la
verdad y del amor,
para alabanza y
gloria de tu Nombre.
Amén
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