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miércoles, 16 de marzo de 2011

Cuarenta Días por la Vida 2011_1_33

Cuarenta días por la Vida
13 de Febrero al 24 de Marzo 2011
Día 33

Jueves, 17 de marzo de 2011
Perú_Nancy Freundt - freundt_nancy@yahoo.es

«El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida.»

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

Reflexión

Así como el Cuerpo de Cristo era desgarrado por los instrumentos de los que lo flagelaban, también los cuerpos de los niños en el vientre de sus madres son desgarrados por los instrumentos de los abortistas.

Oración del día

Pidamos por todos los hombres que yacen inmersos en la cultura de la muerte, para que encuentren la luz de la vida.

Motivación del día

Id por el mundo entero y predicad el evangelio, enseñándoles a las gentes a guardar todo lo que les he mandado.

Momentos antes de ascender al cielo, Jesús les entrega a sus discípulos una misión muy importante: ir por todo el mundo predicando el Evangelio.

Y nosotros, ¿Somos realmente sus discípulos? ¿Predicamos las enseñanzas de nuestro Señor?
Juan Pablo ll en su carta encíclica “Chritifideles Laici” 33, nos recuerda:

Los fieles laicos, precisamente por ser miembros de la Iglesia, tienen la vocación y misión de ser anunciadores del Evangelio: son habilitados y comprometidos en esta tarea por los sacramentos de la iniciación cristiana y por los dones del Espíritu Santo.

Ahora nos toca preguntarnos si estamos en verdad cumpliendo con la misión que Jesús mismo en persona nos encomendó o nos hemos vueltos indiferentes a esta misión que comporta en sí misma lo más valioso para el Señor, aquello por lo que dio su vida: la salvación de las almas.

El mundo está viviendo unos tiempos de profunda descomposición moral, en los que ya no se respeta ni tan siquiera el derecho a la vida de los más indefensos seres humanos, como son los bebes por nacer, los ancianos y los enfermos discapacitados. Se atacan todas las bases morales de la sociedad y se hace escarnio y mofa de lo más sagrado para nuestra Fe. Cada vez son más los casos de profanaciones y actos vandálicos en contra de iglesias y símbolos de nuestra religión, motivados por el odio contra la Fe.

Es así que, hoy más que nunca, proclamar nuestra fe, ser testigos de ella, dar la vida por ella si fuese necesario, se ha vuelto para el verdadero cristiano un imperativo moral.

Esto nos lo recuerda Juan Pablo II en su Encíclica Veritatis Splendor, 94:

Sin embargo, la voz de la conciencia ha recordado siempre sin ambigüedad que hay verdades y valores morales por los cuales se debe estar dispuesto a dar incluso la vida.

Aunque sin duda existen muchísimos fieles católicos que alzan su voz para proclamar su Fe y protestar ante los avances del mal, la penosa realidad es que la gran mayoría calla; algunos por respeto humano, otros por temor, y otros -los más- por la más triste de las razones: por simple indiferencia.

Es por eso que nuevamente Juan Pablo II nos escribe en su encíclica Christifideles Laici, 34:

“El indiferentismo religioso y la total irrelevancia práctica de Dios para resolver los problemas, incluso graves, de la vida, no son menos preocupantes y desoladores que el ateísmo declarado.”

Efectivamente. ¿Qué diferencia puede haber entre el indiferente y el ateo? En la práctica, ninguna. Ambos callan ante los ataques contra la Iglesia, contra el Santo Padre, contra la Doctrina, contra el Magisterio y contra el don más precioso que nos ha dado Dios: la vida.

Sabemos que en lo relativo a las leyes que rigen un país y a su consecuente orden jurídico, la elección del presidente y de los miembros del parlamento o congreso es un factor decisivo, para bien o para mal.

Sin embargo, cuando se trata de decidir quién regirá los destinos de un país, ¿somos coherentes con nuestra Fe, o la arrancamos de cuajo?

Para que no nos quede duda alguna sobre nuestro deber y grave responsabilidad a este respecto, veamos lo que nos dice la CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE en su documento “Nota Doctrinal sobre Algunas Cuestiones Relativas al Compromiso y la Conducta de los Católicos en la Vida Política”, publicado el 16 de enero del 2003:

En tal contexto, hay que añadir que la conciencia cristiana bien formada no permite a nadie favorecer con el propio voto la realización de un programa político o la aprobación de una ley particular que contengan propuestas alternativas o contrarias a los contenidos fundamentales de la fe y la moral.

Cuando la acción política tiene que ver con principios morales que no admiten derogaciones, excepciones o compromiso alguno, es cuando el empeño de los católicos se hace más evidente y cargado de responsabilidad.

Ante estas exigencias éticas fundamentales e irrenunciables, en efecto, los creyentes deben saber que está en juego la esencia del orden moral, que concierne al bien integral de la persona.

Este es el caso de las leyes civiles en materia de aborto y eutanasia (que no hay que confundir con la renuncia al ensañamiento terapéutico, que es moralmente legítima), que deben tutelar el derecho primario a la vida desde de su concepción hasta su término natural.

Del mismo modo, hay que insistir en el deber de respetar y proteger los derechos del embrión humano.

Análogamente, debe ser salvaguardada la tutela y la promoción de la familia, fundada en el matrimonio monogámico entre personas de sexo opuesto y protegida en su unidad y estabilidad, frente a las leyes modernas sobre el divorcio.

A la familia no pueden ser jurídicamente equiparadas otras formas de convivencia, ni éstas pueden recibir, en cuánto tales, reconocimiento legal.

Así también, la libertad de los padres en la educación de sus hijos es un derecho inalienable, reconocido además en las Declaraciones internacionales de los derechos humanos.

Por último, en lo que debe ser nuestro diario proclamar de la verdad en un mundo en el que predomina una especial confusión de valores que se manifiesta en medio de una profunda oscuridad espiritual, recordemos lo que nos enseñó el Papa Pío XII en su carta encíclica “Humani Generis”, 6:

Se ha hecho habitual hablar, y con razón, sobre los derechos humanos; como por ejemplo sobre el derecho a la salud, a la casa, al trabajo, a la familia y a la cultura. De todos modos, esa preocupación resulta falsa e ilusoria si no se defiende con la máxima determinación el derecho a la vida como el derecho primero y frontal, condición de todos los otros derechos de la persona.

No nos dejemos, pues, confundir por las inconsistencias del relativismo reinante en nuestro mundo actual y mantengámonos firmes en la prédica de la verdad que Jesús nos enseñó y nos pidió proclamar.

ORACIÓN ECUMÉNICA

OH Señor, a Ti confiamos la causa de la vida:

mira, Padre el número inmenso de niños

a quienes se impide nacer,

de pobres a quienes se hace difícil vivir,

de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,

de ancianos y enfermos muertos

a causa de la indiferencia o de una presunta piedad.

Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar con firmeza y amor

a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida.

Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,

la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia

y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia,

para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,

la civilización de la verdad y del amor,

para alabanza y gloria de tu Nombre.

Amén


ORACIÓN POR LA VIDA

Oh María, aurora del mundo nuevo,

Madre de los vivientes,

a Ti confiamos la causa de la vida:

mira Madre el número inmenso de niños

a quienes se impide nacer,

de pobres a quienes se hace difícil vivir,

de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,

de ancianos y enfermos muertos

a causa de la indiferencia o de una presunta piedad.

Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar

con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo

el Evangelio de la vida.

Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,

la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia

y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia,

para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,

la civilización de la verdad y del amor,

para alabanza y gloria de Dios Creador

y amante de la vida.

Amén

Juan Pablo II

Encíclica: Evangelium Vitae sobre el Valor y el Carácter Inviolable de la Vida Humana


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