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jueves, 29 de enero de 2009

Día 37


Día 36

Sábado, 21 de Marzo de 2009


El hombre que vive es la gloria de Dios...pero la vida del hombre consiste en la visión de Dios


San Ireneo de Lyon

(Contra las herejias.IV, 20, 7 cit Enciclica Evangelium Vitae nº 34 y nº 38 )









Reflexión






Defender la vida humana, no es un mero ejercicio de ecología humana. La Iglesia Católica al defender la vida de toda persona desde su inicio hasta su fin natural, pone de manifiesto siguiendo la doctrina del Concilio Vaticano II que :" El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo a todo hombre"(Gaudium et spes,22).








Intención del día









Pidamos al Espiritu Santo que nos de su luz para comprender el valor sagrado de la persona humana desde la concepción hasta su fin natural y que producir, manipular o destruir su vida es gravemente inmoral. Que Santa María, Madre de la Vida, Madre del Amor Hermoso, nos conceda la gracia de ser testigos y constructores, "..junto con todos los hombres de buena voluntad de la Civilización de de la verdad y el amor para alabanza y gloria de Dios Creador y amante de la vida.".









Motivación del día









La doctrina magisterial formula constantemente este principio ético: “La vida humana es sagrada porque desde su inicio comporta ‘la acción creadora de Dios’ y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin”(Pablo VI, Professio Fidei, “AAS” 60 1968). Estas enseñanzas están también recogidas y reafirmadas en la Declaración Donum Vitae, nº 5, en la Encíclica Evangelium Vitae, nº 53) y en el Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2258. La razón última es que el alma espiritual de cada hombre es “inmediatamente creada por Dios” (Pio XII, Enc. Humani Generis, “AAS” 42 1950; CIC, 366).


La Tradición cristiana ha vivido pacíficamente esta verdad, de forma que los “cristianos viejos” habíamos aprendido de memoria en el Catecismo del P. Astete la explicación sencilla del Misterio de la Encarnación: “En las entrañas de la Virgen Maria formó el Espíritu Santo de la purísima sangre de esta Señora un cuerpo perfectísimo; creó de la nada un alma y la unió a aquel cuerpo y en el mismo instante, a este cuerpo y alma se unió el Hijo de Dios; y de esta suerte el que antes era sólo Dios, sin dejar de serlo, quedó hecho hombre” (P. Gaspar Astete S.J. , Catecismo de la Doctrina Cristiana, 11ª). Si así fue el origen de la humanidad de Jesucristo, Hijo de Dios, nosotros, “todo hombre”, hechos a Su imagen y semejanza, nos considerábamos “nosotros mismos” desde el momento de ser concebidos.


Si hoy observamos un embrión humano recién formado, vivo, fabricado por los científicos, constatamos que es un individuo de la especie humana, por su ADN humano, que genéticamente ya tiene programado su ser, único e irrepetible: raza, altura, color de ojos, etc. Somáticamente, es una vida humana individualizada, por lo que resulta lógico afirmar que se trata de un individuo de la especie humana. Ahora bien, cuestionar si es o no es “persona”, cae fuera de la consideración científica y pasamos al campo de la filosofía. Así el filósofo, ante esta realidad biológica, da un paso más en el razonamiento: si es un individuo vivo de la especie humana, concluye, es una persona, dado que no cabe afirmar que un individuo humano no sea persona.


La Teología apunta aún más alto: si es un individuo vivo de la especie humana, es también persona, y por tanto posee un alma espiritual, eterna, capaz de amar y ser amado, por estar hecho a “imagen y semejanza” de Dios. El alma, principio vital, no se ve en el microscopio, y por eso la visión material de un óvulo fecundado, que pesa tan solo 15 diezmillonésimas de gramo, induce a muchos a negarle su categoría de persona y, mucho más todavía, a no reconocer en él a un hijo de Dios, con un alma capaz de amarle eternamente. Se le denomina con el término pseudocientífico de preembrión, al que se le puede manipular, utilizar para la investigación o destruirlo sin ninguna traba ética durante estas primeras etapas de desarrollo.


Últimamente, para evitar los datos evidentes de la ciencia, algunos autores lo denominan “paraembrión“, pero el cambio terminológico no cambia la realidad. El hecho incuestionable es que “todos hemos sido embriones”, minúsculos, hasta los más altos jugadores de baloncesto. Y todos hemos sido amados por Dios desde el principio. Recientemente, hemos vivido en España la noticia dada a bombo y platillo del nacimiento del “primer bebé medicamento”, seleccionado entre otros 16 hermanos (¡ posiblemente muchos más!) concebidos por fecundación in vitro, ”para la posible curación“ de otro hermano vivo que padece una grave enfermedad genética.


El Doctor D. Justo Aznar, Director del Instituto de Ciencias para la Vida de la Universidad Católica de Valencia, afirma que de cada 100 embriones generados para salvar a un hermano, nacen menos de dos […] para conseguir 40 “niños útiles” hubo que producir 2.706 embriones…” (Andrés y sus hermanos. Alfa y Omega, 30-X-2008). Es de agradecer la Nota aclaratoria dada por la Conferencia Episcopal Española, en la que se ratifica la ilicitud moral de este procedimiento utilitarista. Pero tal doctrina ha sido acusada inmediatamente de ir contra el avance de la Ciencia. El Papa Benedicto XVI expresa cristalinamente la razón última que justifica la doctrina católica sobre este tema: “No somos el producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario” (Benedicto XVI)

ORACIÓN ECUMÉNICA

OH Señor,a Ti confiamos la causa de la vida:
mira, Padre el número inmenso de niños a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertosa causa de la indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de tu Nombre.
Amén

ORACIÓN POR LA VIDA

OH María, aurora del mundo nuevo, Madre de los vivientes,
a Ti confiamos la causa de la vida:
mira Madre el número inmenso de niños a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos a causa de la indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios Creador y amante de la vida.
Amén

Juan Pablo II

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