“Creo
que si los países ricos permiten el aborto, son los más pobres y necesitan que
recemos por ellos porque han legalizado el homicidio”
Santa Teresa de Calcuta
Lectura para meditar (tomado del Evangelium Vitae)
Valor incomparable de la persona humana
2. El hombre
está llamado a una plenitud de vida que va más allá de las dimensiones de su
existencia terrena, ya que consiste en la participación de la vida misma de
Dios. Lo sublime de esta vocación sobrenatural manifiesta la grandeza y el valor de la
vida humana incluso en su fase temporal. En efecto, la vida en el tiempo es
condición básica, momento inicial y parte integrante de todo el proceso
unitario de la vida humana. Un proceso que, inesperada e inmerecidamente, es
iluminado por la promesa y renovado por el don de la vida divina, que alcanzará
su plena realización en la eternidad (cf. 1 Jn 3, 1-2). Al mismo tiempo, esta llamada sobrenatural subraya
precisamente el carácter relativo de la vida terrena del hombre y de la mujer. En verdad, esa no
es realidad « última », sino « penúltima »; es realidad sagrada, que se
nos confía para que la custodiemos con sentido de responsabilidad y la llevemos
a perfección en el amor y en el don de nosotros mismos a Dios y a los hermanos.
La
Iglesia sabe que este Evangelio
de la vida, recibido de su
Señor1, tiene
un eco profundo y persuasivo en el corazón de cada persona, creyente e incluso
no creyente, porque, superando infinitamente sus expectativas, se ajusta a ella
de modo sorprendente. Todo hombre abierto sinceramente a la verdad y al bien,
aun entre dificultades e incertidumbres, con la luz de la razón y no sin el
influjo secreto de la gracia, puede llegar a descubrir en la ley natural
escrita en su corazón (cf. Rm 2, 14-15) el valor sagrado de la vida
humana desde su inicio hasta su término, y afirmar el derecho de cada ser
humano a ver respetado totalmente este bien primario suyo. En el reconocimiento
de este derecho se fundamenta la convivencia humana y la misma comunidad
política.
Los
creyentes en Cristo deben, de modo particular, defender y promover este
derecho, conscientes de la maravillosa verdad recordada por el Concilio
Vaticano II: « El Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto
modo, con todo hombre ».2 En efecto, en este acontecimiento
salvífico se revela a la humanidad no sólo el amor infinito de Dios que « tanto
amó al mundo que dio a su Hijo único » (Jn 3,
16), sino también el valor
incomparable de cada persona humana.
La Iglesia, escrutando asiduamente el misterio de la Redención, descubre con renovado asombro este valor 3 y se siente llamada a anunciar a los hombres de todos los tiempos este « evangelio », fuente de esperanza inquebrantable y de verdadera alegría para cada época de la historia. El Evangelio del amor de Dios al hombre, el Evangelio de la dignidad de la persona y el Evangelio de la vida son un único e indivisible Evangelio.
Por ello el hombre, el hombre viviente, constituye el camino primero y fundamental de la Iglesia.4
Intención/motivación del día
Cada vida humana responde a un determinado
aspecto del Plan de Dios para nuestra salvación. Por ello defender el derecho a
la vida de cualquier ser humano, sin importar su condición, se convierte en
colaboración con ese Plan. Trabajemos para que se cumpla la Voluntad de Dios en el mundo.
Hoy reflexionemos un poco sobre qué hubiese
pasado si María, nuestra Santa Madre, por miedo a ser lapidada, hubiese
decidido no tener a Jesús, nuestro Salvador. ¿Qué hubiese sido de todos
nosotros?
Nos han escrito desde Argentina para pedirnos que
de manera especial oremos en este día por Beatriz de España, quien tiene cita
para ir a un centro abortista. Oremos para que el Señor toque su corazón y
pueda continuar su embarazo.
ORACIÓN POR LA VIDA
Oh María, aurora del
mundo nuevo,
Madre de los
vivientes,
a Ti confiamos la
causa de la vida:
mira Madre el número
inmenso de niños
a quienes se impide
nacer,
de pobres a quienes
se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres
víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y
enfermos muertos
a causa de la
indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen
en tu hijo sepan anunciar
con firmeza y amor a
los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la
vida.
Alcánzales la gracia
de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de
celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de
testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto
con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la
verdad y del amor,
para alabanza y
gloria de Dios Creador
y amante de la vida.
Amén
Juan Pablo II
Encíclica: Evangelium Vitae sobre el Valor y el
Carácter Inviolable de la Vida Humana
ORACIÓN ECUMÉNICA
OH Señor, a Ti
confiamos la causa de la vida:
mira, Padre el número
inmenso de niños
a quienes se impide
nacer,
de pobres a quienes
se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres
víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y
enfermos muertos
a causa de la
indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen
en tu hijo sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de
nuestro tiempo el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia
de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de
celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de
testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto
con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la
verdad y del amor,
para alabanza y
gloria de tu Nombre.
Amén
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