Cuarenta días por la Vida
13 de Febrero al 24 de Marzo 2014
Día 32 – 16/3/2014
Perú_Nancy Freundt ,
“Una nación que mata a sus propios hijos es una
nación sin futuro”
JUAN PABLO II
Reflexión
El padre de la oscuridad odia la luz. Dios es la luz y en Él no hay tiniebla
alguna. Si estamos en comunión con Él,
debemos caminar en la luz y no en las tinieblas.
Oración del día
Pidamos por las familias; para que reciban los hijos que Dios
les conceda con responsabilidad y alegría como Marìa y José recibieron a Jesús.
Motivación del día
Monseñor Silvano
Tomasi, representante de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, ha denunciado
que cada año un promedio de 100,000 cristianos son asesinados en el mundo por
alguna causa relacionada con su fe.
Desde nuestra
comodidad y atareada vida, llena de ocupaciones y preocupaciones, preferimos no
pensar mucho en este tipo de noticias, pues la natural sensibilidad que aflora
nos mueve a rechazar las imágenes que de inmediato golpean nuestra mente e imaginación.
El no ceder a la
tentación de voltear la cara y cerrar los ojos ante el martirio de estos
hermanos en la fe y acompañarlos en su sufrimiento como las santas mujeres acompañaron
a Jesús en su pasión -así sea de forma póstuma, de lejos y con nuestra oración-
no es nada fácil.
Nos horroriza ver
las imágenes de cuerpos calcinados en las afueras de una iglesia católica, o
destrozados a machetazos en Nigeria. Menos aún podemos sostener la mirada ante
el pavoroso video de un sacerdote católico decapitado en las afueras de un
monasterio en Syria. La incapacidad de aceptar la extrema crueldad hace que se
multipliquen los intentos de negación, pero por desgracia, los videos y los
rostros conocidos quedan como pruebas irrefutables de la verdad. Sin embargo, es fácil comprender este
rechazo, pues hay atrocidades que tocan
las fibras más sensibles del alma.
Hasta aquí, la
tragedia es evidente: en los países musulmanes los cristianos son martirizados
por odio a su fe.
Pero hay una
realidad que es infinitamente más espeluznante y de la que pareciera no haber
tan clara conciencia: en países cristianos los hijos son martirizados por sus
propios padres. Y en la mayor parte de
los casos, el motivo no puede ser más abyecto: la búsqueda del placer
irresponsable y el egoísmo humano llevado a su más alta expresión.
Cómo no
estremecerse al saber que el año pasado, en un país como Italia, la cifra de
niños masacrados por el aborto ha equivalido a la de los cristianos masacrados
por su fe en los países musulmanes: 109,538 niños. En Alemania, 108,900 niños; en Rumania,
101,915 niños; en España, 118,359 niños; en el Reino Unido, 202,402 niños; en
Francia, la que fuera la “hija mayor de la Iglesia”, 211,985 niños. Y en los Estados Unidos… 1,600,000.
En el mundo en su
conjunto, ya suman 1,720 millones de abortos quirúrgicos en 40 años, a los que
se añaden estadísticamente de 6 a 8 veces más abortos químicos.
Y sin embargo, aún
somos muchos los cristianos que tenemos la bendición de vivir en países no
tocados por la barbarie del aborto.
Entonces, cómo comprender que no sintamos el más violento rechazo cuando
personas, organizaciones, políticos o periodistas proponen despenalizar o
legalizar la masacre de los inocentes con los mismos métodos brutales de
decapitación, desmembramiento y acuchillamiento con que los cristianos son
masacrados en otras partes del mundo.
Cómo comprender que
una sociedad cristiana no alce su voz en un grito de horror, espanto y angustia
ante la atrocidad que amenaza sobrevenir a los más pequeños y vulnerables de
sus hijos.
Cómo explicar la
indiferencia de quienes no se sienten interpelados por un genocidio que toca a sus
puertas, en el mismo lugar en el que viven y -tal vez- rezan a Dios.
Sólo hay una
explicación posible:
Nos cuesta comprender
aquello que no somos capaces de ver.
Nos cuesta
interiorizar un sufrimiento que permanece oculto a nuestros ojos.
Nos resulta muy
difícil solidarizarnos cuando las víctimas permanecen ocultas.
Por eso, solo queda
un camino para conquistar la batalla contra el aborto, convertido en el
genocidio más infame de toda la historia de la humanidad: sacar a la luz lo que
los promotores de este holocausto quieren ocultar: las imágenes de las pequeñas
víctimas. Que el mundo sepa lo que
realmente sucede en el interior del cuerpo de la madre en las profundas cloacas
de los abortuorios y las llamadas “clínicas de la mujer”. Que la humanidad entera tenga que enfrentarse
a la cruda realidad con la que viene conviviendo a través de varias décadas,
disfrazada con la retórica de los “derechos sexuales y reproductivos” de la
mujer: los cuerpos martirizados de pequeños bebés echados al desagüe, a la
basura o incinerados; cadáveres que nadie quiere ver, ni tan siquiera saber de
su existencia.
Mostremos
al mundo la realidad del aborto.
Hagamos
muchas marchas por la vida mostrando las terribles imágenes de los niños
abortados.
No
permitamos que este genocidio continúe propagándose amparado en el ocultamiento
y el engaño.
¡PONGAMOS
UN ALTO A LA INDIFERENCIA!
¡PONGAMOS
UN ALTO AL ABORTO!
ORACIÓN POR LA
VIDA
Oh María, aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a Ti confiamos la causa de la vida:
mira Madre el número inmenso de niños
a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar
con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios Creador
y amante de la vida.
Amén
Juan Pablo II
Encíclica: Evangelium Vitae sobre el Valor y el Carácter
Inviolable de la Vida Humana
ORACIÓN ECUMÉNICA
OH Señor, a Ti confiamos la causa de la vida:
mira, Padre el número inmenso de niños
a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de tu Nombre.
Amén
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